Los resultados de las encuestas son tan volátiles que asustan. Una semana la Presidenta pierde más de 10 puntos de intención de voto, y unos cuántos días después los recupera, y amenaza con transformarse en la principal aspiradora de voluntades del Frente para la Victoria. Un día, el jefe de la Cámpora, Máximo Kirchner parece estar en el fondo del mar, pero a las pocas horas se convierte en el candidato más temido por la oposición el grupo Clarín, los grupos y medios hegemónicos y concentrados y la derecha. La jugada protagonizada por el hijo de la Presidenta fue de manual. Da la sensación de que la hubieran tomado de House of Card o Scandal. Sus consejeros se pararon en la denuncia de la supuesta existencia de una cuenta en el exterior como una operación política para desacreditarlo y la transformaron en su plataforma de lanzamiento político. Hicieron como en el judo: aprovecharon la fuerza del adversario y la usaron para atacar. Entonces lo sacaron del cono de silencio donde se mueve y lo pusieron casi en cadena nacional, de la mano del José Gómez Fuentes del cristinismo, el converso Víctor Hugo Morales.
En la entrevista, Máximo Kirchner confirmó casi todas las sospechas sobre sus fortalezas y sus debilidades. No se trata, por cierto, del nene de mamá que se la pasa jugando a la playstation. Tampoco de un estadista consumado, como nos quiso hacer creer, el nuevo chirolita de la Presidenta, el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. Pero Máximo tiene ideas. Y está dispuesto a defenderlas de la misma manera en que lo hace la jefa de Estado. Es cierto que atrasan por lo menos treinta años, pero no es menos cierto que cuenta con mucho dinero y aparato como para tratar de imponerlas. Es decir: tiene poder y parece que sabe cómo usarlo. Su última irrupción mediática todavía no fue medida por las encuestadoras. Pero no es un misterio para nadie que, con el traje de candidato, obtendría todos los votos del núcleo duro de los que defienden el proyecto nacional y popular.
El problema es que su techo sería demasiado bajo. Entre el 25 y el 30% de los votos, dependiendo del cargo a que se postule y del distrito que se mida. Y lo mismo pasaría hoy con Cristina Fernández, si decidiera bajar al barro y candidatearse como diputada nacional o legisladora del Parlasur. Lo explica mejor una consultora a la que le gusta desentrañar los fenómenos políticos, más allá de los números. "Cristina mejoró su imagen después de la asamblea legislativa y las cadenas nacionales no solo porque hizo anuncios especialmente dirigidos a la clase media. Hay, en el final de su mandato, una mezcla de reconocimiento y cierta piedad por lo que le pasó a nivel personal, como la muerte de su marido y los recurrentes problemas de salud. Pero esa buena imagen y también la intención de voto bajan, cuando se la coloca otra vez como candidata. Ahí hay un quiebre muy claro. No se trata solo de que el cambio le gana a la continuidad. Lo que prevalece es el rechazo a los intentos de perpetuarse en el poder, sea como fuere". Esto es lo que están analizando ahora mismo Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli. El jefe de gobierno de la Ciudad cree que la omnipresencia de Cristina Fernández y Máximo Kirchner le hace bien. "Ellos son el pasado, y nosotros somos el futuro. Ni más ni menos que eso", explicó uno de sus hombres de campaña. Massa piensa que también lo va a terminar favoreciendo a él. "En las últimas elecciones me votaron porque fui la alternativa para ponerle límite a la perpetuidad. Si la gente empieza a percibir que, aunque no pueda ser presidenta, Cristina podría seguir manejando el poder, nos volverán a votar a nosotros, porque somos los únicos capaces de garantizar que no sigan", explicó Massa a los amigos y aliados que intentan analizar el nuevo escenario.
Los hombres de Scioli ven las cosas de otra manera: "Cristina, en la provincia de Buenos Aires, arrasa. Y a los pocos puntos que nos faltan para ganar en primera vuelta los va a aportar Daniel, el presidencial con menos imagen negativa y que todavía tiene un techo potencial muy alto para seguir creciendo". El gobernador de la provincia de Buenos Aires está haciendo todos los deberes para que la Presidenta no le baje el pulgar a su candidatura. Desde hacer casi desaparecer el color naranja en los afiches de campaña hasta incorporar el celeste y el concepto Scioli para la victoria. Al mostrarse como un incondicional de la primera mandataria ¿no corre el riesgo de perder el voto de los indecisos, los independientes o los menos ideologizados a quienes busca seducir para ganar en primera vuelta? Responde el mismo asesor, casi tan optimista como el propio Scioli. "No. Porque el trabajo sucio para que nos vean como un candidato de consenso y tolerante lo hace, por ejemplo, Hebe de Bonafini, cuando nos critica o nos agrede con pura violencia verbal".
Los niveles de sofisticación política que muestran los que leen encuestas todos los días son asombrosos. Parecen tener una respuesta justa para cada pregunta, por más complicada que sea. Por ejemplo ¿cuánto puede afectar a Macri la posibilidad de que Gabriela Michetti gane la interna de PRO, después del apoyo explícito que le dio a Horacio Rodríguez Larreta? Responde un incondicional del jefe de gabinete del gobierno de la Ciudad. "Poco y nada. El gesto de Mauricio hace crecer la intención de voto de Horacio. Lo que muestra esta competencia es que somos muy diferentes a cualquiera de los partidos tradicionales, porque Mauricio, mucho antes de que Gabriela se decidiera a jugar, habilitó las PASO y así facilitó su presentación. Entonces, si gana Horacio, saldrá fortalecido. Y sino, le levantará la mano a Michetti, y se sentará para acordar con ella las grandes políticas de la Ciudad". Igual que los colegas que trabajan para Cristina, Máximo, Scioli y Massa, solo pronostican buenas noticias y un optimismo sobrenatural.