El fantasma del zar del juego, Cristóbal López, atraviesa toda la política argentina, no sólo la interna de Pro en la ciudad de Buenos Aires.

Gabriela Michetti encendió la mecha con una respuesta inquietante a una pregunta concreta. Se pronunció por una "restricción absoluta" al negocio del juego y obligó a su jefe político, Mauricio Macri, a aclarar que él había hecho todo lo que tenía a su alcance para poner límites a su funcionamiento. La senadora nacional hace tiempo viene conversando con sus pares la posibilidad de poner más regulaciones y barreras a los bingos. Macri, más de una vez, pretendió denunciar el convenio que existe entre Lotería Nacional con el Hipódromo de Palermo y el Casino Flotante de Puerto Madero. Sin embargo, nunca terminó de hacerlo.

Le pregunté por qué cara a cara, por televisión. Él dio una explicación que conformó a los propios, pero sigue inquietando a los opositores de la ciudad. Macri respondió que denunciar el convenio equivalía a ingresar en un laberinto de expedientes con jueces que terminarían fallando a favor de López. Que la Ciudad tenía menos poder que la Nación y que, de alguna manera, estaba atado "de pies y de mano". Agregó que prefirió que la Legislatura votara una ley que al final le permitió al Ejecutivo aumentar el canon que termina recibiendo la Ciudad a través de Lotería Nacional. "Se me puede decir que elegí una solución que apunta a incrementar el presupuesto. Pero nadie me puede acusar de transar con Cristóbal López, porque si hubo alguien que lo favoreció no fui yo, sino Néstor Kirchner", argumentó, en su momento.

La historia es archiconocida. El ex presidente, días antes de terminar su mandato, en diciembre de 2007, firmó un decreto que le permitió al empresario del juego, el petróleo y, ahora, los medios, ampliar el número de tragamonedas hasta 5000, y explotar la concesión de Palermo hasta 2032, en una de las decisiones más escandalosas de toda su gestión. A partir de ese momento, López se transformó en el hombre de negocios más sospechado de la Argentina, junto con Lázaro Báez. Los sindicalistas del Casino de Puerto Madero lo bautizaron "el [Alfredo] Yabrán de Kirchner". El senador Luis Juez lo acusó de haberle ofrecido, en persona, "un soborno". La diputada Elisa Carrió lo denunció como miembro de una asociación ilícita encabezada por el propio Kirchner. Legisladores de la Ciudad liderados por Paula Oliveto lograron su imputación y la del directorio de Lotería Nacional por la supuesta falta de control online de las maquinitas del Hipódromo y el barco flotante. Pero los jueces, uno a uno, fueron desestimando todas las acusaciones, en algunos casos, en tiempo récord. El propio Macri reconoce que la influencia de López sobre los magistrados sería superior a la de la mayoría de la clase dirigente.

Aunque en 2009, en una entrevista que me concedió para El Dueño, juró que jamás compraría un medio de comunicación, la muerte de Kirchner, el insistente pedido de la Presidenta y los consejos de su socio minoritario, Fabián de Souza, lo hicieron cambiar de opinión. Al final, López aceptó que podría "matar dos pájaros de un tiro". Esto es: complacer a la jefa del Estado y usar los medios como un reaseguro para evitar ser denunciado o criticado, y responder con ataques mediáticos a los adversarios del Gobierno o a sus propios enemigos. Así, empezó con la compra de C5N, Radio 10, Mega y Pop a Daniel Hadad; continuó con la adquisición de la mayoría de las acciones de Ideas del Sur, la productora de Marcelo Tinelli; avanzó sobre La Corte, la productora que pone en el aire el Fútbol para Todos, y se quedó con Ámbito Financiero. Ahora está a punto de finiquitar un acuerdo con la productora Pensado para Televisión, de Diego Gvirtz.

Cristóbal Manuel López maneja un círculo de poder casi absoluto, integrado por los negocios del petróleo, el juego, la obra pública, la hotelería, los medios, y que se completaría con la adquisición del Banco Finansur, aunque todavía no fue autorizada por el Banco Central. Insaciable y obsesivo, López quiso poner un pie con el juego en la provincia y lo logró, gracias al gobernador Daniel Scioli, quien intercedió ante los dueños de Boldt para que lo dejaran adquirir el 50% de Trilenium.

El empresario tiene cada vez más poder, pero es cada vez menos respetado por sus pares de los distintos rubros de la actividad económica a la que ingresa. Con matices, la mayoría piensa que casi todo lo que logró lo hizo en connivencia con el poder político, y que cada vez que tuvo que competir, de verdad, sin ayuda extra, fue poco exitoso. Ponen como ejemplo Paraná Metal o el casino de Miami cuya parte ya vendió. Con los medios pasaría lo mismo: ya estaría fundido si no gozara de una multimillonaria distribución de publicidad oficial. Ahora López está muy preocupado porque la discusión sobre el crecimiento del juego ingresó en la campaña electoral. Él maneja más de la mitad de todos los slots que tiene el país. Es la cabeza visible de una actividad que hace escandalosamente ricos a una decena de empresarios en detrimento de millones de argentinos pobres que son capaces de jugarse el sueldo completo a cambio de la promesa de salvarse en unas horas. A través del casino, las tragamonedas y la hotelería, se puede lavar dinero con más facilidad que con cualquier otro negocio.

Sergio Massa, el precandidato a gobernador Julián Domínguez, Martín Lousteau, Graciela Ocaña, Michetti, Elisa Carrió y otros trabajan contra reloj para colocar frenos concretos y evitar que se transforme en un flagelo parecido al narcotráfico. Massa le apunta directamente a López. Lousteau es quizás uno de los que más estudió el tema. Al ex ministro de Economía le parece un escándalo que lo que recauda el juego en la Argentina sea el equivalente a todos los subsidios que recibe el transporte y la electricidad.

Entre los propios empresarios del juego hay una grieta. Están los que defienden la idea de vincular a los casinos con el ocio, el entretenimiento, la hotelería y los spas, y están los más inescrupulosos, que pugnan por instalar los bingos en los barrios más carenciados. El papa Francisco ha transmitido su preocupación a muchos políticos que lo fueron a visitar. Domínguez es uno de ellos. El presidente de la Cámara de Diputados tomó nota y pidió a sus asesores que preparen un proyecto. El fantasma de Cristóbal también inquieta a ciertos cuadros del Frente para la Victoria. Atraviesa a toda la dirigencia. El negocio es demasiado grande. La campaña es cara y los candidatos necesitan dinero. Y la plata no tiene moral ni ideología.

Publicado en La Nación