Se necesita urgente, un líder, para gobernar la Argentina a partir de 2011. Los requisitos indispensables para ser elegido, de acuerdo a la mayoría de las encuestas cualitativas, son los siguientes:

. Con un fuerte carácter, una enérgica personalidad y algunos toques de audacia: alguien muy parecido al Néstor Kirchner de sus primeros dos años de gobierno, pero sin el autoritarismo, el ideoligicismo, el clientelismo, los exacerbados niveles de confrontación y los casos de corrupción que se vienen sucediendo desde 2003.

. Con buenos modales, conducta moderada, gestos republicanos y respeto por las instituciones: alguien bastante emparentado con el vicepresidente Julio Cobos, pero sin la sospecha de que en cualquier momento abandona a su partido y sin el fantasma de que no podrá gobernar si se pone en contra al Partido Justicialista, los sindicatos o los intendentes del conurbano.

. Que no sea percibido como una víctima ni como un villano: Mauricio Macri es uno de los que tiene mejor imagen, junto con Cobos y Carlos Reutemann. Pero los analistas políticos empiezan a detectar que su imagen de víctima del kirchnerismo no le está ayudando. Al contrario: muchos futuros votantes se preguntan cómo podría hacerse cargo del país si antes no consigue imponer su proyecto de tener una policía propia en la Ciudad. Jaime Durán Barba cree, con razón, que con la Policía Metropolitana Macri se juega la carrera presidencial, y no se equivoca.

. Que sea capaz de enfrentar a Kirchner ahora, cuando la capacidad de daño del ex presidente sigue intacta: alguien con vocación y espaldas para enfrentarlo, como Eduardo Duhalde, pero con la imagen positiva de Reutemann, Macri o Francisco De Narváez.

. Alguien que no robe y no se enriquezca de manera personal: un líder que se perciba honesto como Raúl Alfonsín, o capaz de combatir la corrupción desde el Estado, como Elisa Carrió, o Fernando Pino Solanas, pero con la firmeza y la capacidad para administrar que no se percibe, todavía, ni en la Unión Cívica Radical ni en la Coalición Cívica.

Hoy, el líder ideal para gobernar a partir de 2011 no existe.

Por eso Néstor Kichner se da el lujo de fantasear con su candidatura presidencial. Y Eduardo Duhalde agita el fantasma de su propio regreso. Ellos saben, o deberían saber, que su imagen negativa es irreversible, excepto que algo muy grave, parecido a lo que sucedió con la renuncia anticipada de Fernando De la Rúa, suceda de acá a los próximos dos años. Los que todavía tienen posibilidades deberían empezar a pensar que la sociedad no quiere líderes confrontativos, pero tampoco dirigentes excesivamente especuladores. Esos que miden cada paso y cada palabra mirando encuestas para no perder.


Publicado en El Cronista