La mesa chica de Mauricio Macri ahora está feliz. Sus hombres piensan que el ruido político de los últimos días va a darle al jefe de gobierno un nuevo impulso que lo hará subir todavía más su intención de voto, superar a Daniel Scioli y dejarlo en inmejorables condiciones de ganar, en octubre, la elección presidencial. "Estamos detectando, en los electores, un movimiento parecido a los días en que (Ernesto) Sanz y (Elisa) Carrió, terminaron aceptando que Mauricio era único candidato capaz de ganarle al kirchnerismo y se sumaron al acuerdo", me dijo un alto funcionario del gobierno de la Ciudad que se la pasa leyendo encuestas todos los días. La fuente explicó que en las últimas semanas se empezó a registrar una importante fuga de votos entre quienes antes sostenían que preferían a Sergio Massa como candidato a presidente.
"Este fenómeno demuestra que la mayoría de la gente que desea un cambio da por descontado que votando a Massa no lo logrará, y que la única manera de conseguirlo es con Mauricio" interpretó. La alegría del hombre de Macri no solo se sustentaba en los votos que están llegando sino en un dato, según él, "más importante" todavía. "Los votos que está perdiendo Massa no vuelven al Frente para la Victoria, ni a (Daniel) Scioli ni a nada que tenga que ver con el kirchnerismo". En este razonamiento se basa el superoptimismo del círculo amarillo que desprecia al círculo rojo de empresarios, sindicalistas y formadores de opinión que se la pasaron presionando a Macri para que concrete algún tipo de acuerdo con el líder del Frente Renovador. Además, no solo creen que ganaron desde el punto de vista cuantitativo, sino también el cualitativo.
"Quedó demostrado que tenemos coherencia. Que no vamos a hacer lo que sea para conseguir un voto más. Que no representamos al establishment. Que contamos con nuestras propias ideas y estamos dispuestos a defenderlas por más presión que nos meta el círculo rojo", completó. Por el discurso, parecía más un dirigente de la Coalición Cívica de Carrió que de PRO. O del Partido Obrero de Jorge Altamira. Incluso, la fuente, incorporó, a su propio vocabulario, el término que más le gusta a Macri para distinguir a su propuesta de la del resto. La palabra sistema. Para el jefe de gobierno, forman parte del sistema los dirigentes políticos del Partido Justicialista y también de la Unión Cívica Radical que se vienen repartiendo cargos y turnando en el poder desde 1983 hasta ahora. Que, según ellos, ponen más energía en las listas de legisladores y la repartija de cargos que en hacer las cosas bien. Que son capaces de cambiar una y mil veces las leyes y la Constitución para seguir en el gobierno.
"No hacen política. Viven de la política. Acumularon cargos y poder gracias a la política. Y no podrían trabajar en ninguna empresaria seria, porque nadie los tomaría, por incapaces y deshonestos". Cuando mencioné a Christian Ritondo, Diego Santilli e incluso Horacio Rodríguez Larreta como dirigentes peronistas originales del sistema el hombre de Macri retrucó: "Ellos son quizá quienes ahora estén más imbuidos de la cultura política de PRO". El mismo argumento usó para justificar el acuerdo con Sanz y con Carrió. "Son lo más serio y lo mejor entre los dirigentes que empezaron con la Unión Cívica Radical de Raúl Alfonsín".
Desde que rubricaron el acuerdo, Macri llama a Alfonsín Lilita. Dice que no le preocupa que se transforme en una opositora y crítica de su eventual próximo gobierno. "Será la guardiana que denuncie a quienes pretendan meter la mano en la lata", se lo oyó decir al jefe de gobierno, ante algunos dirigentes que ponían reparos a su incorporación. Macri confía en que, una vez iniciada la campaña para competir en la PASO, las candidaturas de Sanz y Carrió terminen licuando la intención de voto de voto a presidenta de Margarita Stolbizer y les termine aportando el otro 5% que necesita para superar a Scioli en la primera vuelta o, eventualmente, en el ballotage.
¿Y qué pasará con los votos de los intendentes de la provincia de Buenos Aires que hasta hace un rato respondían a Massa y ahora están volviendo, despacito, y por goteo, al Frente para la Victoria? Hasta la semana pasada, esa era la principal preocupación del armador político de PRO, Emilio Monzó. Como se sabe, Monzó es uno de los que piensa que "la gente, al final, vota como quiere, pero que también la intermediación política existe". El sigue trabajando para lograr un acuerdo con el frente Renovador que les permita "contener a los intendentes" que todavía apoyan a Massa. "Entre todos, suman un millón de votos. ¿Vamos a cerrarle la puerta a ese enorme y potencial caudal electoral?". Si fuera por Monzó, le pediría a Massa que anuncie un renunciamiento histórico, que vuelva a eregir a De Narváez como candidato a gobernador y lo haga competir en las PASO con María Eugenia Vidal y que además autorice a Mauricio a establecer los acuerdos más convenientes distrito por distrito. Pero Macri, su secretario general, Marcos Peña y su asesor más influyente, Jaime Durán Barba, insisten en que no es necesario negociar con Massa o con De Narváez para conseguir esos votos. Confían en que las repetidas visitas del jefe de gobierno al conurbano y al interior de la provincia. Apuestan a la creciente polarización que avanza día a día. Afirman que la candidatura de Macri a presidente terminará aportando millones de votos a Vidal. Lo único que les preocupa, más allá de las alianzas, es la carta que vaya a jugar la presidenta. Y el veranito económico que se espera para julio y para agosto, justo en el momento de votar. "Recién ahí vamos a saber si gana el cambio o la continuidad", explicó la fuente, sin perder la sonrisa.
Publicado en El Cronista