Ni Daniel Scioli ya ganó, como sostiene parte del "círculo rojo", ni es seguro que Mauricio Macri termine triunfando por muy pocos votos de diferencia, como afirman los estrategas de Pro. Si se pudieran comparar el fútbol con la política y las elecciones presidenciales con un Mundial, o, para ser más actuales, con la Copa América, bien se podría concluir que ganar un partido 6 a 1 en semifinales no garantiza llegar a la final y comerse los chicos crudos. Cada partido es único y ninguna competencia electoral provincial o distrital puede ser extrapolada, de manera automática, al resto del país. Cuentas hace todo el mundo. Pero suelen mezclarse con los deseos. Sin embargo, hay un par de hechos irrefutables: los oficialismos suelen retener el poder. De las diez elecciones distritales, sólo en una provincia, la de Mendoza, un opositor, el radical Alfredo Cornejo, le ganó al postulante del oficialista Frente para la Victoria, Adolfo Bermejo.
Cálculos más o menos lógicos o más o menos extravagantes se exhiben al por mayor. Jorge Giacobbe, por ejemplo, se tomó el trabajo de promediar el porcentaje obtenido por el Frente para la Victoria sobre el 42% de los votos emitidos y le dio apenas el 31%. Exhibió ese trabajo, según él, para probar que Scioli no está ganando en segunda vuelta ni está cerca de hacerlo. Pero quizá una de las cuentas más interesantes es la de Sergio Berensztein. El consultor divide el país en tres grandes bloques "socioeconómicos". Uno es el NEA, el NOA y la Mesopotamia, con una ponderación del 30% de los votos a nivel nacional. Otro bloque es la zona centro y la Patagonia, que representaría otro 30% del padrón. El último es la provincia de Buenos Aires, que concentra cerca del 40% de los votos. Los divide de esa manera porque considera que al Frente para la Victoria siempre le va mejor en las provincias y los distritos donde los habitantes dependen más del Estado. Es decir, donde son determinantes el empleo público y los planes sociales. Y afirma que le va bastante peor en los centros urbanos o las zonas más ricas, donde el PBI es más alto y el desarrollo productivo más sostenido. Para Berensztein, la provincia de Buenos Aires es una síntesis perfecta del país. El interior, con sus matices, es más o menos rico y el Gran Buenos Aires es más o menos pobre. Según él, en la provincia de Buenos Aires Macri podría obtener poco más del 30% de los votos, lo que representaría el 12% a nivel país. Podría sumar cerca del 50% en la zona centro, lo que le aportaría otro 14% de su caudal nacional. Y obtendría otro 10% de los votos de la Argentina si lograra alcanzar el 30% en la zona NOA, NEA y Mesopotamia. Los tres bloques, sumados, le aportarían a Macri un caudal de poco más del 35% de los votos, lo que lo transformaría en muy competitivo. La misma cuenta de Berensztein le daría a Scioli cerca de un 40% a nivel país. "Para ganar con una diferencia de 10 puntos sobre Macri, Scioli debería conseguir el 45% de los votos a nivel nacional. Y, para eso, tendría que lograr el 50% en la provincia, porcentaje que, ahora mismo, aparece como inalcanzable", agrega.
Berensztein usa este cálculo para explicar que es una tontería la idea de que Macri, en el fondo, no acelera porque no quiere ganar. No es una proyección electoral muy diferente a la que plantea el equipo de campaña de Pro, comandado por el secretario general del gobierno de la ciudad, Marcos Peña. Ellos descuentan que la dinámica de la polarización hará que Macri y Scioli acaparen el 75% del total de los votos en las PASO del próximo 9 de agosto. "A nosotros nos da que Scioli termina con el 39% de los votos y Mauricio, con el 36%. Creemos que Massa, sumado a De la Sota, obtiene el 15%; que Margarita [Stolbizer] saca un 5%, y que Rodríguez Saá, junto a la izquierda, logra otro 5%", siguió haciendo cuentas el asesor de campaña. "¿Y esto a qué conclusión los lleva?", pregunté. "A una polarización extrema -respondió el hombre de Pro-. A unas PASO funcionando como una primera vuelta y a una primera vuelta funcionando con un ganador ya definido. Con los votos de Massa, Margarita y la izquierda repartidos entre los dos finalistas. Es decir: con uno de los dos candidatos por encima del 45% de los votos." ¿Y por qué cree que ese candidato va a ser Macri? "Porque el 60% de los argentinos quiere un cambio y eso va a terminar definiendo", sentenció.
Los hombres de amarillo están seguros de que, a partir de la semana que viene, comenzarán a publicarse en medios nacionales "encuestas pagas" donde Scioli aparecerá cada vez con más diferencia sobre Macri. E invitan a pensar en la ola de triunfalismo sciolista que bañó a los formadores de opinión después de la conformación de fórmulas. Ellos creen que esas encuestas "están operadas". "¿Me podés explicar cómo pudo despegarse Scioli de Mauricio después de conocerse que su compañero de fórmula es Carlos Zannini y nuestra candidata a vicepresidenta es Gabriela Michetti?", se preguntó la misma fuente. Después de la victoria de Rodríguez Larreta en la ciudad, los que trabajan para el proyecto Macri presidente se quedaron con un gustito agridulce. Con la calculadora en la mano, afirman que la segunda vuelta ya está ganada. Que "el Pelado" va a conseguir por lo menos el 55% de los votos. También admiten que la campaña se puede complicar si Martín Lousteau levanta su "nivel de agresividad" y empieza a agitar el asunto de "la falta de transparencia".
Desde lo personal, Macri lo considera un incordio. Planeó instalarse en el Gran Buenos Aires para conseguir votos donde todavía le faltan y deberá repartir el tiempo para apuntalar a su delfín en la ciudad. Ya resolvieron qué tipo de campaña van a protagonizar. Rodríguez Larreta seguirá hablando de la ciudad y Macri de sus planes para gobernar el país. Y los financistas de la campaña empezaron a verle a la segunda vuelta la parte positiva: "Tenemos 20 millones de pesos de publicidad gratis, que es lo que nos corresponde por la cantidad de votos. Aportará más visibilidad a nivel nacional". Mientras, preparan un dossier para mostrar a los argentinos que la de Scioli "es la peor gobernación de Buenos Aires" desde la restauración de la democracia en 1983. No quieren dejar nada librado al azar. "Si nos equivocamos, perdemos", dicen. No es muy diferente a lo que piensa Scioli en la más absoluta intimidad. Sería una final cerrada, de dientes apretados, y se podría definir por penales, porque llegarían los dos con lo justo y casi sin aire.