Obsesionados por sacar la mínima ventaja en su carrera hacia la presidencia de la Nación, los equipos de campaña de Daniel Scioli y de Mauricio Macri analizan qué provecho podrían obtener de la visita del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay.
El arrollador viaje del Sumo Pontífice a la región no solo generó más idolatría hacia su figura. También sirvió para desmenuzar la verdadera ideología de Francisco y su conveniencia de ser bien interpretada, para ubicarse en sintonía con lo que desea "la mayoría de la gente". Según quien lo haya escuchado, Jorge Bergoglio dio un apoyo implícito a los gobiernos populistas de Rafael Correa y Evo Morales, pero al mismo tiempo puso límites claros a las tendencias autoritarias y sus posturas contra la libertad de expresión. Sería una síntesis perfecta entre el reconocimiento de los logros sociales atribuidos a esos líderes y el reclamo de "más institucionalidad", el respeto a la división de poderes y la crítica al uso del aparato del Estado para atacar a críticos y opositores. Con un agregado picante: el repudio a la corrupción pública. Ni lerdos ni perezosos, los hombres de Scioli salieron a difundir una encuesta de una empresa denominada Observatorio Electoral realizada en la primera semana de julio donde la popularidad del Papa supera el 80%. El estudio afirma que entre los votantes del gobernador de la provincia la imagen positiva de Francisco supera a la registrada entre los seguidores del jefe de gobierno de la Ciudad. El operativo sutil apropiación del jefe de la iglesia es mucho menos burdo que el que protagonizó la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
A Francisco todavía le queda un gusto amargo en la boca de cuando el candidato a diputado nacional por el Frente para la Victoria, Martín Insaurralde, viajó a Río de Janeiro para tomarse una instantánea con él y después utilizarla como afiche de campaña. Tampoco se sintió cómodo cuando una decena de dirigentes de La Cámpora "le coparon la parada" durante una de las visitas de la jefa de Estado al Vaticano. Pero lo que verdaderamente le molesta al Pontífice es que lo quieran meter con fórceps en las internas de los partidos políticos del país donde nació. "Pedirle al Papa que juegue para un candidato a presidente o a gobernador de la Argentina es tener una visión muy pequeña y no conocer el mundo. El es un hombre político, pero hace política con mayúsculas, como lo demuestran sus intervenciones en el nuevo acuerdo entre los Estados Unidos y Cuba o el conflicto de Medio Oriente. Tiene sus amigos aquí, y también sus preferencias, pero no va a mover un dedo para bajarle el pulgar a uno o subírselo a otro", me explicó un dirigente político que mantiene una comunicación muy fluida con Francisco, vía correo electrónico.
El Papa, por ejemplo, preferiría a Julián Domínguez por encima de Aníbal Fernández. Sin embargo, y a pesar de que se le adjudica una maniobra para evitar que el jefe de gabinete gane la interna de las PASO, no instruyó a ningún colaborador en ese sentido. El Papa comprende más los enjuagues políticos de Scioli que la manera de hacer política de Macri, pero quienes lo conocen sostienen que se siente muy cómodo tanto con uno como con otro, y que Francisco no ve un futuro especialmente complicado en caso de que triunfe cualquiera de los dos. "Es una tontería pensar que una foto o la divulgación de una conversación con Francisco te vaya a aportar los votos que no supiste conseguir. Fijate el caso de su amigo Gustavo Vera. Lo quiere. Apoya su lucha contra la trata y la esclavitud. Pero no llamó a votar por él en La Ciudad. Y su pública amistad tampoco le sirvió para sacar una mínima cantidad de votos", ejemplificó el amigo del Papa. Aunque nunca lo va a reconocer, para Francisco fue una mala noticia la candidatura a vicepresidente de Carlos Zannini y una muy buena noticia la incorporación de Gabriela Michetti a la fórmula de Macri. A uno lo asocia con Horacio Verbitsky, el periodista que lo acusó de ser cómplice de la dictadura. A la otra la quiere y la valora. "En especial valora su gesto de no viajar al Vaticano para buscar la foto, como hace la mayoría", contó al amigo del Papa con el que se conecta vía mail.
Pero la verdadera búsqueda de los equipos de campaña de Scioli y de Macri es, ahora mismo, encontrar el discurso que represente la síntesis de la verdadera ideología de Francisco. Por eso el gobernador intenta correrse, de manera gradual, desde la radicalización kirchnerista hacia la ancha avenida de entre el 25 y el 30% de quienes todavía no tienen su voto definido. Y el jefe de gobierno trata de hacer lo mismo, pero en un sentido diferente: convenciendo a quienes todavía dudan de que no va a eliminar la Asignación por Hijo, ni las nuevas jubilaciones, ni los planes sociales y que tampoco va a aumentar los impuestos a la clase media y a los que menos tienen. El Papa, igual que ellos, cree que el que se equivoque menos será el próximo presidente de los argentinos.
Publicado en El Cronista