Néstor Kirchner pierde votos todos los días, pero su voluntad política provoca admiración en sus aliados y temor en la oposición. Para poner solo un ejemplo: el golpe del ex presidente contra el Grupo Clarín tiene múltiples efectos que exceden el propósito original.

-Si Néstor fue capaz de lo máximo, como es doblegar al enemigo más poderoso que cualquier político puede tener, ¿por qué no va a ser capaz de lograr algo menos improbable, como sería volver a ser presidente de la Nación?- se pregunta un ministro que tiene todas sus fichas puestas en el proyecto Kirchner 2011.

Solo un par de dirigentes de la oposición comparten el diagnóstico: Kirchner va por todo y tiene la fuerza suficiente como para fijar la agenda y modificar unas cuantas veces el escenario político de acá hasta las próximas elecciones presidenciales.

-Néstor puede tener muchos defectos, pero también tiene la voluntad política de Alejandro Magno. ¿Te fijaste cómo camina? Con el cuerpo lanzado hacia adelante, como si estuviera avanzando contra el viento de la Patagonia- comentó el año pasado el ex canciller Rafael Bielsa, uno de los pocos ministros que se atrevió a discutir con él de igual a igual y alguien que analiza la política con criterios más amplios que las encuestas cuantitativas.

Elisa Carrió y Francisco De Narváez están convencidos de que algo hay que hacer para enfrentarlo y evitar que se lleve puesto todo.

La líder de la Coalición Cívica acertó cuando interpretó que el llamado al diálogo era solo una cortina de humo para ganar tiempo y oxígeno político. Ahora está abocada al seguimiento de las causas más calientes contra el ex presidente. Quiere presionar a los jueces que regulan los tiempos. Tomar la ofensiva para imponer algunos temas de agenda que no sean los que pretende instalar el gobierno.

También quiere pelear en el Parlamento para evitar que proyectos como el ingreso universal por niño sea "bastardeado" por el oficialismo y termine resultando funcional para hacer clientelismo y distribuir más fondos a cambio de obediencia política.

De Narváez ya hizo las cuentas por adelantado. Después de haberse transformado en el único opositor capaz de ganarle a Kirchner, se dio cuenta de que no va a ser tan fácil amalgamar a la oposición en el Congreso y modificar, por ejemplo, la Ley de Medios, o cambiar el Consejo de la Magistratura. Él considera que la primera batalla del nuevo parlamento será en marzo de 2010, porque la administración no permitirá que los adversarios impongan sesiones extraordinarias. Al contrario: aprovechará el receso para elaborar una estrategia legislativa que le permita mantener la supremacía de agenda y de votos.

De Narváez ya empezó a recorrer el país, como lo hizo dos años antes con la provincia de Buenos Aires, con un nuevo mensaje, que presenta otro tono pero se parece mucho al de Carrió o al del senador electo Luis Juez. El mensaje es: estamos ante un gobierno corrupto y capaz de hacer cualquier cosa para eternizarse en el poder; tenemos que empezar a trabajar ahora para reducir la capacidad de daño y evitar que la Argentina se convierta en Kirchnerlandia.

El análisis es el correcto. Pero los caminos para la acción no parecen tan claros.

Para empezar, Kirchner ya eligió el campo de batalla: el Congreso, mayoritario hasta diciembre. Desde allí va a tratar de imponer las leyes que más le interesan: una reforma política que le permita manejar el aparato y transformarse en el candidato a presidente por el Partido Justicialista; una reforma financiera que aplaudirán sus aliados de centroizquierda y le servirá para acumular más caja; y la posibilidad de obtener el ADN de personas que no lo quieran suministrar de manera voluntaria para mantener ocupado al gran enemigo que acaba de lastimar: la dueña de Clarín, Ernestina Herrera de Noble.

Del otro lado, cada cual atiende su juego.

Mauricio Macri regula su aparición en los medios porque Jaime Durán Barba le ha dicho que cuanto más lejos se ubique de la crispación y el ruido político, mejor le irá en las encuestas.

Julio Cobos sigue haciendo uso de su cargo como vicepresidente de la Nación, pero su rol institucional le impide ir más allá y presentar temas de agenda, como si fuese un candidato.

Carlos Reutemann ha quedado desdibujado después de la voltereta de Roxana Latorre y el exabrupto que le hizo bajar varios puntos en las encuestas.

Eduardo Duhalde navega entre la fantasía de volver y las alianzas para frenar a Kirchner en el mismo distrito desde donde evitó la re-reelección de Carlos Menem: la provincia de Buenos Aires.

Solo dirigentes intermedios como Gabriela Michetti y Patricia Bullrich están pensando en una estrategia a mediano plazo. Es parecida a la que armaron de Narváez, Macri y Solá para enfrentar a Kirchner en las elecciones pasadas.

Consiste en acumular masa crítica hasta la definición de las candidaturas presidenciales. Armar un bloque opositor circunstancial, unido por temas nacionales como la pobreza, la inseguridad y los grandes casos de corrupción. Trabajar por abajo hasta lograr los acuerdos necesarios. Y sumar a la foto a los principales referentes, una vez que los mínimos acuerdos estén garantizados.

-Es cierto: no nos une el amor, sino el espanto. Pero si no empezamos a trabajar ahora esto puede terminar demasiado mal- confió uno de esos dirigentes intermedios que sufre cuando comprueba que todos los días Kirchner avanza un poquito más.


Publicado en El Cronista