Mauricio Macri tiene tres grandes desafíos, y son urgentes: salir del cepo sin provocar una devaluación, subir las tarifas a todos -menos a quienes no las puedan pagar- y remover del Estado a decenas de miles de nombrados que entraron por la ventana en los últimos días. Lo prometió durante la campaña y lo va a hacer. El asunto es cómo y a qué costo. Para tener éxito, primero tendrá que revelar los verdaderos números de la explosiva herencia recibida y las consecuencias de continuar con la mentira y el relato de la administración que se va. Y después aplicar sintonía fina. O gradualismo. Es decir: todo lo contrario del ajuste "a lo bruto" que, según "los soldados de Cristina", el presidente electo estaría dispuesto a realizar. Al final, Macri revelará el objetivo principal: bajar la inflación a un dígito en menos de dos años y reducir de manera drástica la pobreza que el gobierno "nacional y popular" se negó a cuantificar de manera oficial.
Macri y su jefe de gabinete, Marcos Peña, empiezan a preparar no sólo las primeras medidas sensibles, sino la explicación, con lujo de detalles, de por qué y cómo las van a tomar. Tienen que aclarar que los aumentos de precios de los últimos días no son responsabilidad de una gestión que todavía no asumió, sino de las grandes empresas que se apuraron a remarcar y de la desidia del Ministerio de Economía de Axel Kicilloff que les dio vía libre a los privados para ignorar la barrera de los Precios Cuidados. Deben explicitar que fue la presidenta Cristina Fernández y su política económica la que dejó al Banco Central casi sin reservas, y que la liberación del cepo no es un capricho, sino una necesidad para reactivar la economía. Deben conseguir dólares para fijar el tipo de cambio único en un valor que no supere los 14 o 15 pesos, y sostenerlo en el tiempo.
Días antes de su victoria en segunda vuelta, Macri tenía en la cabeza un esquema completo para acumular dólares, salir a pulsear con el mercado y no sucumbir en el intento. Se trata de un mix de préstamos de bancos privados e internacionales de crédito, liquidaciones de las exportaciones de los productos del campo, bonos para patear la deuda en dólares que mantiene el Estado con las grandes empresas y una moratoria que serviría para inyectar más inversiones a la economía real, y al mismo tiempo detener la espiral inflacionaria. Después se anunciaría un aumento de las boletas de la luz, el gas y el agua, pero con un esquema muy detallado, para que todo el mundo comprenda que no se trata de un tarifazo, y que los sectores de menores recursos no estarán comprendidos en esta nueva adecuación. Insistirán con el ejemplo de la familia rica de clase media alta que se da el lujo de tener una piscina climatizada a precio subsidiado, mientras en la periferia del mismo barrio otra familia pobre se gasta casi la mitad de su presupuesto en garrafas cuyo precio aumenta todos los días. Argumentarán que los aumentos no son una decisión caprichosa de un gobierno de derecha, sino el producto de la desidia de dirigentes de los últimos 12 años, quienes se negaron a actualizar el valor de los servicios para no pagar el costo político y seguir en el poder.
Lo mismo sucederá con la revisión de medidas caprichosas, tomadas entre gallos y medianoche por la Presidenta que se va, y cuyo objetivo manifiesto es dejarle al nuevo gobierno un campo minado para que arranque mal y termine peor. Para eso lanzará una batería de decretos de necesidad y urgencia y otros, que serán publicados en el Boletín Oficial y que serán comunicados y fundamentados por los ministros del área. A los gobernadores no les negará su derecho a resarcimiento por la coparticipación. Acatará el fallo de la Corte Suprema de Justicia. Irá girando, de a poco, los fondos sin el descuento del 15% que se llevaban la Anses y la AFIP, por decisión de Néstor y Cristina. Pero lo hará en la medida en que la magnitud de las erogaciones no ponga en riesgo las cuentas básicas del presupuesto nacional. Y se tomará su tiempo en explicárselo a cada mandatario provincial, planillas en mano.
¿Cómo están impactando en el futuro gabinete las decisiones mezquinas y llenas de resentimiento de la actual jefa de Estado? De manera diferente, según las respuestas de cada área. Las dividen entre las que afectan a la economía contante y sonante, y las simbólicas, que incluyen el traspaso de mando. Los más preocupados y activos son Alfonso Prat Gay y Rogelio Frigerio. Trabajan contrarreloj para determinar cuál es la magnitud de carga de la bomba de tiempo que le están dejando y determinar cuál será el momento justo para desactivar el cepo. Ellos están hablando poco y trabajando a destajo. Junto a Emilio Monzó, le pidieron a Macri que los demás ministros del área económica no anticiparan ninguna medida que pudiera ser considerada antipática sin antes acompañarla con la justificación correspondiente o la buena noticia posterior.
En el medio de esta transición amañada es el mismo presidente electo el que tranquiliza a su equipo. Sus íntimos sostienen que tiene una "actitud zen". "De enorme tranquilidad, pero también de seguridad y firmeza", me explicó uno de los ministros designados más influyentes. Les pide a sus colaboradores que estén atentos y eviten pisar las "minas cazabobos" que les vienen plantando en cada área. Les sugiere que no se enganchen en la pelea de odio que les está proponiendo la administración que se va. En las últimas horas le han preguntado a Macri qué haría si Cristina se resiste a entregarle los atributos de mando. Si Ella, la más ególatra de todas, decide negarle la foto histórica del traspaso, como correspondería, según la Constitución y la historia. Le oyeron decir: "No creo que sea tan burda. Me resultaría muy raro. Porque no significaría faltarme el respeto sólo a mí, sino a todos los argentinos. Los que me votaron y los que no". "¿Pero qué sucedería si no lo hace?", insistieron. "Sería el principio del fin de su carrera política. Su máximo gesto de mezquindad y odio. Pero, al final, me terminaría haciendo un favor. Me transformaría, por oposición, en un líder político que empezó a hacer de la tolerancia una política de Estado. Ayudaría a escribir mi nombre en los libros de historia de una forma positiva. Y me ayudaría a arrancar con más energía todavía, porque la demanda de la sociedad es exactamente lo contrario a lo que ella estaría proponiendo."
No es en lo único que ahora parecen el día y la noche. El anuncio de la decisión de colocar su fortuna en un fideicomiso ciego tuvo una fuerte repercusión en su gabinete, en Cambiemos y en una buena parte de la sociedad. Así lo interpretó la futura responsable de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso: "Fue como decirle a todo su equipo: el que se lleva un peso a la casa le corto la mano".
Publicado en La Nación