Néstor Kirchner es una incansable máquina de poder: mientras el Grupo Clarín y parte de la oposición intentan frenar, desde el Senado, la aprobación de una ley que transformaría al ex presidente en amo y señor de buena parte de los medios en Argentina, él ya trabaja en una estrategia que incluye su propia reelección, anuncios impactantes como la argentinización de YPF y la destrucción política de todos sus adversarios, dentro y fuera del Partido Justicialista(PJ).
¿Por qué nadie puede frenarlo todavía?
Hay varias razones objetivas para explicarlo.
Kirchner está las 24 horas del día pensando en cómo demorar la inevitable pérdida de poder. No tiene otra cosa que hacer. Toda su energía está puesta en eso. De hecho, a veces se levanta de madrugada pensando en la próxima jugada. Y ha detectado que nadie tiene ni el tiempo ni la voluntad como para salir a enfrentarlo y doblarle el brazo.
Ni Julio Cobos, porque no quiere tensar la delgada cuerda de su rol institucional, ni Mauricio Macri, porque tiene que gobernar la Ciudad y no quiere desgastarse en una lucha cuerpo a cuerpo. Ni Carlos Reutemann, porque teme ser deglutido antes de tiempo. Ni Felipe Solá, porque todavía no sumó los aliados suficientes. Ni Francisco De Narváez, porque dispersa su fuerza entre el acercamiento a Cobos y su certeza de que, para gobernar la provincia de Buenos Aires, necesita algo más que ganar las elecciones: precisa otra coparticipación que limite la dependencia del gobierno nacional. Ni Daniel Scioli, quien soporta un triple cerrojo: el del grave déficit de su presupuesto, la necesidad de dinero fresco proveniente del poder central y la amenaza de ser reemplazado por Alberto Balestrini, obligado a ocupar su banca como diputado nacional. Ni siquiera tiene tiempo Elisa Carrió. Ella había advertido que a Kirchner no lo había finiquitado la derrota electoral y que el oxígeno del “diálogo político” lo volvería a resucitar. Pero se enfermó de la dolencia de siempre: siente que se anticipa a lo inevitable, pero que nadie la quiere escuchar.
Kirchner no tiene ningún escrúpulo. Mientras los otros se enredan en cuestiones formales, el ex presidente no repara en los medios para lograr lo que pretende. Algunos de los incondicionales que todavía lo siguen sugieren que, que, si al final de la pelea no sale la ley de medios como Kirchner pretende, él intentará compensar esas carencias con resoluciones, dictámenes y decretos. Es decir: utilizará todo el aparato del Estado, como Defensa de la Competencia, la Secretaría de Comunicaciones, el Comfer, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), y la Secretaría de Medios, para reducir el poder del sector privado de Clarín y otros medios críticos, y aumentar la influencia de la prensa pública y de los medios que puedan adquirir sus amigos.
Kirchner ya decidió que buscará la reelección, mientras la mayoría deshoja la margarita. En un claro aprovechamiento del perfume a resurrección que le dejó la media sanción de le ley de Medios en Diputados, el ex presidente ya le hizo saber a propios y extraños que irá por la reelección en 2010. Y como para hacerlo no depende tanto de los demás como de él mismo y de cómo mueva los resortes del aparato del Estado, ya tiene preparada una batería de movidas con el fin de llegar a su objetivo. Hay una que se deberían a empezar a analizar ahora mismo. Se trata de una reforma electoral a medida con dos objetivos. Uno: reducir las posibilidades de sus rivales en el PJ, como Reutemann y Solá. Y dos: ponerle un límite al financiamiento del sector privado para las campañas electorales. Él cree que así evitaría una derrota como la que le propinó De Narváez en la última elección. De cualquier manera podría seguir gastando en publicidad oficial para apoyar su sueño reeleccionista.
Kirchner guarda en su mochila nuevas iniciativas para fijar la agenda y mantener en vilo a la oposición. Se trata de un cronograma apto para seducir a sus aliados de centroizquierda como Pino Solanas, Claudio Lozano, Hermes Binner y Martín Sabbatella. Incluye un impuesto a la renta financiera y la argentinización de YPF, cuyo primer análisis fue adelantado por El Cronista mucho antes de las últimas elecciones.
Diputados, senadores y precandidatos a presidente en 2011 que sufrieron en carne propia la velocidad e intensidad de la máquina kirchnerista de poder, confiesan que no tienen otra estrategia para frenarlo que la de esperar el paso del tiempo.
–Él puede armar y desarmar todo lo que quiera, pero la gente no lo va a votar más- concluyen cerca de Macri.
Otros peronistas que aprendieron viendo a Carlos Menem, Eduardo Duhalde y el propio Kirchner se preparan para usar la misma lógica, pero con un poco más de escrúpulos. Uno, en particular, aguarda a diciembre, la conformación del "nuevo Congreso", para presentar un proyecto de ley que le pegaría a Kirchner donde más le duele, provocaría un sano debate nacional y sería apoyado por la mayoría de la gente.
Se trata de la estatización de los casinos, los bingos y los tragamonedas para multiplicar la recaudación y asignarla a los pobres y los desocupados.
Por qué nadie puede detener a Kirchner
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- Escrito por Luis Majul