La liberación del cepo para la compra y la venta de dólares quizás haga olvidar a los medios y parte de la sociedad el polémico gesto de autoridad de Mauricio Macri, quien designó a dos nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia por decreto, contradiciendo los argumentos con los que combatió al gobierno anterior y por los que se presentó como el instrumento de "el verdadero cambio". Sin embargo, no hay por qué minimizarlo, ocultarlo o dejarlo pasar. Porque Macri se puso al borde de la ley para dar muestras de que tiene los pantalones bien puestos y que pasará por encima de las formas y lo políticamente correcto para ejercer la autoridad presidencial.

"Es una decisión controvertida, inusual, pero legítima, legal y constitucional", me aclaró el ministro de Justicia, Germán Garavano. Las designaciones de Horacio Rosatti y de Carlos Rosenkrantz para integrar la Corte Suprema sin el acuerdo del Senado son criticables por donde se las mire. Implican llevarse por delante al Parlamento y las normas, al mejor estilo de Néstor y Cristina Kirchner. Garavano insistió en que se trata de una potestad que da la Constitución a los jefes de Estado. Citó los antecedentes de las presidencias de Bartolomé Mitre y de Raúl Alfonsín, quien nombró a jueces federales "en comisión" cuando no contaba con mayoría en el Senado. Garavano destacó las trayectorias de Rosatti y Rosenkrantz, aclaró que Macri no conocía a ninguno de los dos y reveló que el Presidente lo instruyó para presentar sus pliegos ante el Senado no bien se inicien las sesiones ordinarias en marzo. "Ambos son constitucionalistas. Ambos son intachables", completó. Garavano detalló el artículo de la Constitución que le permite al Presidente designar a empleados públicos en comisión cuando el Parlamento está en receso. Daniel Sabsay y Andrés Gil Domínguez, prestigiosos constitucionalistas, y una diputada de conducta intachable como Margarita Stolbizer criticaron la decisión con dureza. Los dos primeros la consideraron inconstitucional. Margarita fue más allá: explicó que ni la propia ex presidenta Cristina Kirchner se habría atrevido a tanto.

¿Por qué razón hizo Macri semejante movida "antirrepublicana"? ¿Tenía necesidad, si hasta ahora venía gozando de una "luna de miel" casi perfecta? El propio jefe del Estado se lo explicó a su "mesa chica". Lo planteó como una carambola a tres bandas. En primer lugar, con semejante decisión se sacó la enorme presión del círculo rojo, cuyos integrantes le habían propuesto cientos de candidatos, la mayoría impulsados por algún grupo de interés determinado. En segundo lugar, direccionó la presión hacia el resto de la oposición, porque ahora sus dirigentes tendrán que decidir dentro de tres meses si convalidan o no las designaciones. "Fue como anticiparles la interna", interpretó. Y en tercer lugar, le permite avanzar con decisiones fuertes que van a marcar el fondo y el estilo de su mandato. "Cuando empecemos a gobernar van a recibir una enorme cantidad de anuncios y noticias. Los periodistas y los medios no van a tener ni siquiera tiempo de procesarlas y asimilarlas a todas. El arranque del gobierno de Néstor, en 2003, parecerá casi nada comparado con la batería de medidas que tenemos pensado implementar", me dijo el ministro más importante de Macri antes de la victoria en segunda vuelta. La eliminación o baja de las retenciones para la mayoría de los productos del campo, la normalización del Indec, la convocatoria a los líderes de la oposición y a los gobernadores, la exención de ganancias para los salarios de hasta 30.000 pesos y el levantamiento del cepo cambiario fueron aplicados durante los primeros cuatro días hábiles de gobierno efectivo. Por otra parte, detrás de la decisión de no convocar a sesiones extraordinarias está la intención de Macri de gobernar sin pedir permiso. Y de poner a consideración del Parlamento, recién el año que viene, un paquete de hechos consumados, acompañado de un fortísimo respaldo de la opinión pública, y del eventual apoyo de diputados y senadores que responden a los gobernadores que necesitan de fondos para pagar sueldos y deudas.

Macri arrancó con una fuerza y una velocidad inusitadas. Y se está revelando como un líder audaz y capaz de tomar determinaciones que le puedan hacer pagar algún costo político. Está convencido de que si no lo hace ahora, más tarde le resultará prácticamente imposible. La liberación del cepo, el sinceramiento de los números de la economía a través de la normalización de las estadísticas oficiales y el aumento de las tarifas de los servicios con cruces de datos que permitan discriminar entre los usuarios que puedan afrontarlos y los que deberían seguir siendo subsidiados son medidas que están enmarcadas en este nuevo estilo. "Es que Mauricio escucha a todos y al final toma la decisión pensando menos en el costo político que en el efecto concreto que va a tener en la sociedad argentina", me explicó otro ministro que, desde que asumió, no duerme más de cuatro horas por día. Este ministro anticipó que, si no aparecen en el camino acontecimientos extraordinarios, en los próximos días activarán los mecanismos con que cuenta el Poder Ejecutivo para remover a la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, y al titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, Martín Sabbatella. "Los que dicen que no pueden ser removidos por un decreto no conocen las leyes ni las normativas del Estado", me explicó uno de los ministros que deberá tomar la decisión. "Porque ni Gils Carbó ni Sabbatella son funcionarios idóneos ni esencialmente técnicos, sino partidarios o militantes", afirmó. El Presidente tiene derecho a nombrar a hombres de su confianza en los ministerios, las secretarías y las direcciones de "alto contenido político". Sin embargo, la decisión de designar a dos nuevos miembros de la Corte en comisión se encuentra en la delgada línea que separa la autoridad del autoritarismo. Entre el adecuado ejercicio del poder y el abuso del mismo poder. Sería una lástima que, a poco de empezar a andar, empiece a cometer algunos de los mismos errores por los que el Frente para la Victoria terminó generando el rechazo de la mitad más uno de la sociedad. Y un mensaje final para los lectores y comentaristas que reaccionan de manera destemplada ante las primeras críticas al presidente que acaban de votar: los periodistas no estamos para apoyar a ningún gobierno. Al contrario, nuestro trabajo consiste en criticarlos y denunciarlos si hay elementos para hacerlo. "Nos vamos a equivocar y necesitamos que ustedes nos digan dónde", pidió el jefe del Estado en la cena de ADEPA. Es evidente que no se equivocó en la elección sino en el procedimiento.

Publicado en La Nación