El Presidente Mauricio Macri arrancó con potencia y viento a favor. A mitad de semana cometió un grave error, pero en las últimas horas se mostró dispuesto a repararlo. El dato del buen arranque del gobierno no es una opinión del autor de esta columna. Aparece en las encuestas de expectativas que se realizaron durante las últimas horas. La de Opinión Pública Servicios y Mercado (OPSM) contiene respuestas contundentes. El 62 por ciento de los consultados evaluó como bueno o muy bueno el desempeño de Macri y solo 17,5 lo encontró negativo o muy negativo. Más del 76% manifestó su apoyo a la gestión del nuevo presidente y solo poco más del 20% expresó su rechazo. Casi el 80% de los consultados opinó que las cosas van a tender a mejorar y apenas el 12% vaticinó que se iban a poner peor. Lo mismo sucedió cuando se les preguntó sobre la expectativa por la presidencia de Macri: casi el 80% cree que será positiva y apenas el 15% supone que será negativa. La que debería estar muy preocupada es la ex presidenta Cristina Fernández. Todavía no hace dos semanas que dejó la Casa Rosada y ya un 66% considera que su legado ha sido negativo o muy negativo.
Macri no perdió tiempo ni para acomodarse y arremetió contra los símbolos y las políticas del anterior gobierno que hartaron a los argentinos. La foto con todos los gobernadores y los líderes de la oposición; su aparición temprana en una obra de una ruta de Buenos Aires; la eliminación o reducción de las retenciones a todos los productos del campo; la confirmación de la quita del impuesto a las ganancias para el aguinaldo de los que cobran hasta 30 mil pesos y su presencia en la cena de ADEPA pidiendo a los periodistas que hagan su trabajo y lo adviertan sobre sus errores quedarán en la historia como las primeras postales de la transición desde la locura del kirchnerismo a la búsqueda de normalidad de la nueva administración.
Un párrafo aparte y destacado merece la audaz decisión de levantar el cepo de manera temprana y de una sola vez. El viernes al atardecer, con el tipo de cambio más cerca de los 13 pesos que de los 14, Macri y el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, festejaron de manera simbólica. El jefe de Estado, un ingeniero obsesionado por el tiempo y por salir airoso de lo que consideró su primer gran desafío, al que bautizó "punto de partida" dijo algo así como: "Ahora sí me siento presidente. Ahora sí siento que empezamos a gobernar en serio". Prat Gay sonrió con satisfacción pero dio a entender que hoy empieza otro tipo de pulseada con el mercado, que no hay que dormirse en los laureles, y que ahora mismo hay que empezar a trabajar para que la devaluación no se traslade a los precios, las expectativas se encaminen hacia una baja de la inflación y al mismo tiempo los salarios no pierdan su poder adquisitivo, ni los sindicatos se extralimiten en sus negociaciones paritarias.
Pero el gran error del Presidente fue designar en comisión y por decreto, para completar la vacante de los jueces de la Corte, a Horacio Rossati y Carlos Rosenkranz. Macri supuso que la condición de intachables de ambos candidatos, combinada con la supuesta constitucionalidad de la decisión, haría que la mayoría de la oposición acompañara la audaz jugada. Se equivocó feo. Porque fue interpretado, y con razón, como el primer gesto autoritario e inconsulto de un presidente que hizo campaña en contra del autoritarismo y a favor del diálogo con todos los sectores, incluidos, los legisladores del congreso que pertenecen a la oposición. Las más precisos y enfáticos fueron Margarita Stolbizer y Sergio Massa. "Es un enorme retroceso institucional. Ni Cristina Fernández se atrevió a tanto", dijo una. "Los nombres, inmejorables. El procedimiento, horrible", resumió el otro. Macri entonces volvió sobre sus pasos. No puso en marcha la designación, sino el procedimiento para presentar los pliegos, abrir los cuestionamientos que puedan surgir sobre Rosseti y Rosenkranz, y en febrero o marzo someter sus candidaturas a consideración, con el gran desafío de convencer a la abrumadora mayoría de senadores peronistas. ¿Por qué hizo Macri lo que hizo? Se lo explicó, en persona, a todos los interlocutores que se lo preguntaron, hacia el fin de la semana pasada. "Estaba apurado por corregir el desastre institucional que dejó el gobierno anterior. Juro que no conozco personalmente a ninguno de los dos. La propuesta ofrecimiento se las hizo (la vicepresidente) Gabriela Michetti. Se los ofrecimos ahora para detener la presión de los distintos círculos rojos que querían imponer su candidato. ¿Por qué por decreto? Porque es legal, aunque reconozco que también es inusual. Pero si el resultado de esta decisión es entendido como un error, estoy dispuesto a escuchar y corregirlo, aunque me parece difícil que encontremos otros dos candidatos más idóneos".
El arranque de la gestión de Macri demuestra audacia, pragmatismo y una preocupante tendencia a pasar por encima de los límites de la división de poderes. Es imperioso seguirlo de cerca porque los desafíos que se vienen lo van a poner a prueba otra vez, y enseguida. ¿Cómo hará para cumplir la ley ante quienes sigan cortando las calles y las rutas para reclamar por sus derechos? ¿Qué receta utilizará cuando los trabajadores de los sindicatos más poderosos usen la protesta para conseguir lo que piden? Las respuestas a estas preguntas son clave, pero están muy lejos de los delirios que plantean los "pibes de Cristina para la liberación". Escucharlos suplicar por la República, cuando su jefa de llevó puestos normas leyes y procedimientos de manera sistemática, parece un chiste del Mago Sin Dientes. Ver a los panelistas títeres de 6,7,8, mentirosos seriales e incitadores de la violencia callejera, reclamar su continuidad en nombre de la libertad de expresión, es, como escribió un tuitero ingenioso, parecido a imaginar a Ricardo Barreda, en la Plaza de los Congresos, agitando una pancarta con la leyenda #NiUnaMenos.