Cristina Fernández ha tomado una decisión extrema: por temor a ser condenada y que la metan presa, ha decidido enfrentar a su sucesor, Mauricio Macri, como si fuera el presidente de facto de una dictadura militar. Audaz e inédita, se trata de una jugada multipropósito. Porque no solo le podría servir para evitar, en su momento, algunas visitas incómodas a Comodoro Py. También su delirante prédica le permitiría seguir liderando el peronismo, y, en un escenario más voluntarista que real, volver a tomar el poder, como recitan las canciones de los pibes para la liberación. Al mismo tiempo, el nuevo Presidente, para consolidar su autoridad, está tomando decisiones que lo ponen al borde del autoritarismo o el abuso de poder. La designación por decreto de dos miembros de la Corte fue la más cuestionada, pero la intervención de la AFSCA, aunque fue refrendada por un fiscal y un juez, merece tantos reparos como las innumerables medidas arbitrarias e inconsultas que tomaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández durante los últimos 12 años. Desde remover al expresidente del Banco Central, Martín Redrado, por decreto, hasta desobedecer el fallo de la Corte de reponer en su cargo a Héctor Sosa, procurador General de Santa Cruz. Los analistas políticos tradicionales subestiman la potencia de la expresidenta. Piensan y repiten que, sin el látigo ni la chequera, le va a resultar muy difícil disciplinar al peronismo y casi imposible lograr que los diputados y senadores cuyas provincias dependen del dinero del Estado nacional le respondan ciegamente. Es evidente que no están al tanto del ruido y el impacto de las acciones políticas que se iniciaron cuando todavía Ella no se había despedido del poder. Para que se pongan al día les recomiendo el último texto de los intelectuales orgánicos de Carta Abierta: http://www.cartaabierta.org.ar/novedades/comunicados/237-la-vuelta-de-campana-artificios-del-diccionario-macrista.html
Es cierto: parece escrito por los integrantes de una patrulla perdida que vive en otro país que no es Argentina. Sin embargo, tiene el mismo sex apeall que enamoró a una buena parte de los argentinos durante la última década y que sigue enamorando al núcleo duro de cerca de un 15% de los votantes. Es, precisamente la locura del relato lo que lo hace más atractivo y seductor. Ese impulso irracional, más el silencio y la quietud de dirigentes con votos y buena imagen como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Florencio Randazzo y José Manuel de la Sota, entre otros, dan la falsa sensación de que el país está partido en dos, aunque las primeras encuestas demuestran que Macri cuenta con el apoyo de entre el 60 y el 70% de la opinión pública. Tan ruidosa e insistente es la salvaje oposición contra el flamante gobierno que obligó a Macri a interrumpir sus vacaciones y viajar a Concordia para poner la cara frente a la tragedia de la inundación más devastadora de los últimos 50 años. De cualquier manera, los hipercristinistas no dejan de ser payasescos. Reclaman la vuelta de la República cuando la pisotearon de todas las maneras posibles. Exigen la presencia de Macri en todas las catástrofes cuando Néstor y Cristina desaparecían sistemáticamente cada vez que una tragedia o una masacre, como la de Cromañón y la de Once, dejaba en evidencia su incompetencia o la corrupción. Exigen la continuidad de sus programas de propaganda blandiendo la bandera de la libertad de expresión cuando incentivaron la violencia física y los tribunales populares contra periodistas críticos y acusaron de ser cómplices de la dictadura y de tener las manos manchadas de sangre a colegas que hicieron todo lo contrario, como Magdalena Ruiz Guiñazú. Y, todo eso, con la autorización implícita o explícita de Néstor y Cristina. Pero la jugada más audaz de Macri no se consumó a golpes de decreto sino en el campo de la política económica y la comunicación. Porque la liberación del cepo no provocó una catástrofe social instantánea, como vaticinaban el exministro Axel Kicillof y sus economistas propaladores, ni está llevando a la economía a una hiperinflación ni trasladó el precio del dólar a los 20 pesos. Lo que sí hizo fue aumentar la rentabilidad del sector exportador más concentrado y afectar el poder adquisitivo del salario, aunque los precios de los alimentos, después de la subas pico de principio de diciembre, estarían bajando, sin prisa pero sin pausa. El gran desafío del equipo económico es ahora bajar las expectativas de inflación, negociar con los grandes sindicatos paritarias de menos del 30% y presentar un gran acuerdo social donde todos los sectores reconozcan sus límites y sus derechos. Y en cuanto a la comunicación, el gobierno le está dando a los medios y los periodistas exactamente lo que necesitan para trabajar: mucha información y mucho anuncio, todos los días. Desde datos simbólicos muy fuertes, como la fotos de Macri con todos los gobernadores del país, hasta información pura y dura, como las auditorías que se van a iniciar para dar cuenta de la herencia explosiva y el campo minado que les dejó la anterior administración. La expresidenta, quien manejó con mano dura la comunicación unilateral sin conferencias de prensa ni entrevistas no pautadas, las persecuciones a dueños de medios y periodistas, el ritmo de las causas judiciales y las acciones de los fiscales y los jueces, intuye que ahora van a por Ella. Que la dinámica de la realidad se la puede llevar puesta. Que así como el juez Daniel Rafecas le hizo un favor al desestimar las denuncias del exfiscal Alberto Nisman podría, al final del camino, fallar en su contra, si el fiscal Carlos Stornelli y la diputada nacional Margarita Stolbizer insisten en probar el lavado de dinero y no le dejan más espacio que dictar una sentencia en su contra. Por eso insiste con imponer su relato. Para impedir que la realidad le deje definitivamente desnuda.
Publicado en El Cronista