Fue determinante en el triunfo de Cambiemos y ahora se transformó en una de sus más valiosas aliadas, aunque nunca vaya a ser incondicional. Los votos que aportó al acuerdo no se contaron de a millones pero le sirvieron a Mauricio Macri para que muchos argentinos que jamás lo habrían elegido finalmente lo hicieran, al descontar que ella, la diputada Elisa Carrió, sería la garante de las promesas de campaña. O que, en el peor de los casos, saldría a denunciar cualquier futuro escándalo de corrupción, como lo hizo Carlos Chacho Alvarez en el año 2000, con el asunto de las coimas en el Senado. Más que votos o dirigentes, la Coalición Cívica de Carrió le aportó a Cambiemos el discurso ético y crítico, el ingrediente de desconfianza por el sistema, la impronta de investigación y denuncia que a Macri nunca le sobraron. De alguna manera, ese espacio lo habían ocupado, hasta que llegó Carrió, la ahora ministra de Seguridad Patricia Bullrich y la actual responsable de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso.
Pero tanto una como la otra siempre fueron vistas como dirigentes obedientes al Presidente, y no como denunciantes solitarias de hombres y de negocios, sin importar de donde vengan unos y otros. Acusada una y mil veces de destruir, en un par de días, todo lo que construía, acariciada por millones y millones de votos en la elección presidencial de 2007 y castigada después en las sucesivas competencias electorales, Carrió fue la que primero vio, junto con Ernesto Sanz y Gabriela Michetti, la necesidad de establecer un acuerdo con Macri para evitar que ganara en Frente para la Victoria y la Argentina se convirtiera en Venezuela. Por eso, mucho antes de las elecciones, casi al mismo tiempo que el actual ministro Hernán Lombardi alentara, en público, la idea de que Mauricio y Lilita se tenían que sentar a tomar un café, Carrió ya la había adelantado a Michetti que ella no tendría ningún problema en iniciar un diálogo intenso y sin agenda. Los primeros encuentros personales entre el ahora Presidente y la diputada que nunca se calla fueron tensos. Algunos de esos cruces estuvieron a punto de terminar de mala manera. Sin embargo, sirvieron para construir un vínculo sano, basado en un acuerdo mutuo de decirse la verdad en la cara, antes de tironear o romper la relación. Y lo empezaron a ejercer en plenitud apenas Macri se calzó la banda presidencial. Porque fue, entre otras cuestiones, el reclamo personal, airado pero firme de Carrió lo que determinó que el gobierno corrigiera el enorme error de nombrar a dos jueces de la Corte por decreto. Y es también Carrió la que le sigue marcando los límites éticos y políticos a las decisiones del Presidente.
Ella le explicó en la cara por qué no le parece bien que Daniel Angelici sea su operador en la justicia. "No es porque usa cadenas de oro o habla en media lengua. Tampoco es porque es el Presidente de Boca. Es porque maneja bingos, una actividad económica legal pero repugnante a la que Lilita quiere limitar. Pero es, sobre todo, porque el Poder Ejecutivo debe mantener con el Poder Judicial, una relación institucional, no de toma y daca", me explicó una de las personas que más la conoce. Se sabe además que, en algún momento, Carrió se permitió darle a Macri un consejo sobre su amistad con el empresario de la construcción, Nicolás Caputo. Le sugirió que su amigo no se presentara más a ninguna licitación, o que cada vez que lo hiciera y ganara el proceso fuera tan transparente, de manera que a nadie le quedara dudas de que fue porque correspondía, y no por su vínculo con el Presidente. Carrió ahora espera, igual que muchos argentinos atentos, que Macri cumpla con la promesa que hizo cuando lo entrevisté, como presidente electo, por televisión: la puesta a disposición de todos sus bienes en un fideicomiso ciego al que solo podrá acceder cuando termine su mandato. Pero el factor Carrió no se reduce solo a cuestiones éticas o posibles hechos de corrupción.
También abarca el rumbo del gobierno, las cuestiones económicas y sociales como el impuesto a las ganancias y la Asignación a la Niñez, la megaminería y la defensa a ultranza de los proyectos de ley que la administración nacional necesita para empezar a gobernar en serio. Una muestra completa de cuál es el verdadero rol de Carrió se pudo ver en vivo y en directo el miércoles pasado en A Dos Voces, cuando la diputada, aún sosteniendo cada una de sus críticas y desacuerdos, se convirtió en la mejor vocera de todas las medidas a favor de los que menos tienen que el gobierno vino tomando desde que asumió. Perdidas, ignoradas o minimizadas por otras que atacaron de manera directa el bolsillo de los argentinos, como la devaluación del peso, el aumento de tarifas y la quita de retenciones a la megaminería, la diputada explicó en detalle cómo se había intentado minimizar el impacto de la suba de precios con el aumento de la Asignación por Hijo, las jubilaciones y la suba del mínimo no imponible de ganancias. También aclaró porqué la baja de retenciones a los productos del campo no beneficiaría a los grandes pooles de siembra, sino a los pequeños y medianos productores.
Al mismo tiempo anticipó que el Congreso iba a volver a recuperar su papel de enriquecedor de leyes, porque muchas de las sugerencias que sean capaces de aportar, incluso, los legisladores del Frente para la Victoria, serán incorporadas al texto final, como sucede en los países más o menos serios. Fue tan contundente el apoyo crítico de Carrió a los primeros días del gobierno de Macri, que el ministro Rogelio Frigerio, presente en el estudio, uno de los considerados mejores voceros de la mesa chica, se quedó mirándola con una notable expresión de asentimiento. En contra de los consejos de los dirigentes PRO más puros, a quienes no les cae nada simpática la autonomía y la lengua karateca de Carrió, el Presidente cada vez se muestra más cómodo con el papel simbólico y práctico que está jugando la diputada. Uno de los hombres más cercanos al jefe de Estado me lo explicó así: "Dice con fuerza, síntesis y claridad muchas de las cosas que Mauricio piensa y no puede decir, por su investidura. Mantiene alejado de la tentación a algunos pícaros de nuestra organización política que quizá pensaron que llegar hasta acá era una buena oportunidad para hacer negocios.
Pero además, aporta una mirada más de perspectiva, más política, menos tecnicista y endogámica que la que podemos tener todos los que estamos en la diaria, lidiando con los números y las presiones permanentes del círculo rojo". Pero lo mejor de todo, dicen los hombres del Presidente, es que Macri no la considera una traidora, una enemiga, o una persona destructiva, como la pensaron, en su momento, Raúl Alfonsín, Fernando De la Rúa o Néstor Kirchner. Lo único que le viene pidiendo, cada vez con más insistencia, es que antes de tirar una bomba en público, le avise antes, para darle la oportunidad de corregir la decisión, si es que su denuncia o su desacuerdo tuviesen lógica o razón de ser.
Publicado en El Cronista