Para el presidente Mauricio Macri, no hay valor más preciado que el tiempo. Como buen ingeniero, suele comparar, por ejemplo, el largo de una vida con los 400 kilómetros que separan el Obelisco de Mar del Plata. Para que se entienda: Dolores equivaldría a la mitad de la existencia. Cuarenta, 45 o 50 años de acuerdo con cómo se la haya fatigado. Desde el mismo ángulo, lo valioso que es el tiempo, considera que la pastilla que prolonga el deseo sexual es uno de los más geniales inventos de los últimos años. Por lo demás, también le gusta pensar cuánto le queda de vida productiva. De hecho, el fideicomiso ciego lo hizo impulsado por un razonamiento vinculado al tiempo y si situación particular. "Nací rico. Lo que ya tengo no me lo voy a poder gastar en esta vida, a menos que me vuelva loco y empiece a despilfarrar. Ahora mi motor es otro. Quiero hacer de la Argentina un país normal". Ahora mismo, su obsesión es el tiempo que falta para que la inflación baje a menos de dos puntos mensuales. O dentro de cuántos meses la Argentina va a empezar a crecer, aunque sea a tasas modestas.
También juega a calcular con qué intención de voto llegará su gestión para las legislativas del año que viene. Todo para él es cuestión de tiempo. Por ejemplo, antes del triunfo de Cambiemos en segunda vuelta, ya descontaba, junto a Marcos Peña, que la no presión oficial contra fiscales, jueces y camaristas desataría, sin ninguna necesidad de que el Gobierno lo alentara, un destape de los expedientes de corrupción. Y también vaticinaban que el cambio de gobierno, la salida del cepo y la baja de las retenciones iban a alcanzar para dar inicio a un círculo virtuoso de la economía que antes de mitad de año sería evidente.
Pero como la política nacional no es una ciencia exacta e incluye otros componentes como el humor social, la voluntad de los hombres, la picardía de los formadores de precios, el oportunismo de los sindicalistas y la hipocresía del peronismo, ahora el jefe del Estado debió ir postergando sus pronósticos originales. Por eso está recalculando y todos los días les pregunta a sus principales ministros cuándo van a empezar a bajar los precios, cuánto tiempo falta para empezar a crecer, cuándo se va a terminar de aprobar en el Congreso la baja del IVA para jubilados y los beneficiarios de planes sociales. También los instruye para que todas las áreas revisen los presupuestos, los ejecuten en tiempo y forma y privilegien las partidas que favorezcan de manera más directa a los que menos tienen.
Hace pocos días pidió y recibió un informe de todas las noticias positivas que había generado su administración. Incluidos la productiva visita de Barack Obama y el acuerdo con los holdouts. Lo sorprendieron la cantidad y la importancia. Preguntó por qué su efecto duraba tan poco en la opinión pública. Le explicaron que en la Argentina 2016 todos los días suceden cosas más rimbombantes, como que una ex presidenta amenace a los jueces y monte un acto político frente a los tribunales o aparezca un video de presuntos testaferros de la ex presidenta contando billetes en una cueva financiera o se muestren en la tele las espectaculares mansiones y flotas de autos de Lázaro Báez.
"El círculo rojo me está diciendo que tenemos problemas de comunicación. ¿No podemos publicar una solicitada con todas las cosas buenas que hicimos en los primeros 150 días?", preguntó a su equipo. Le respondieron con los números de las encuestas en la mano. Le explicaron que, contra la percepción de la mayoría de los medios, su imagen apenas descendió entre 3 y 5 puntos en los últimos meses. Que el 50% de la gente sigue siendo optimista con respecto al futuro. Que existe una gran preocupación por la suba de precios de los alimentos, pero que, en simultáneo, cada día crece más la indignación por los millones mal habidos de la corrupción K y un poco menos por los Panamá Papers. Dicen que Macri diagnosticó: "A veces el círculo rojo se equivoca. Pero otras anticipa las olas de mal humor que se avecinan". Por eso ahora pidió que cada mala noticia, como el aumento de la nafta, sea continuada por otra como la ampliación del presupuesto de las universidades públicas en 500 millones de pesos.
El Presidente se pregunta por las consecuencias del mani pulite a la bartola que empezó hace poco más de un mes. Sabe que mientras dure, parte de la bronca colectiva se canalizará bajo la consigna de que vayan todos presos y que devuelvan lo que se robaron. Sabe que esta movida anticorrupción ayudará a demorar el ingreso masivo de los indignados por los despidos y la inflación. Pero algunos miembros de su mesa judicial se preguntan si será bueno para el Gobierno y para el país que Cristina Fernández vaya presa. El les dice que no moverá un dedo para que eso suceda, pero que tampoco hará nada para evitarlo. Primero porque prometió en la campaña que no se iba a inmiscuir en el trabajo de los jueces. Y segundo, porque sabe que cualquier señal que se interprete como un gesto de protección, para cualquier acusado por un hecho de corrupción, sería el principio del fin de su carrera política.
Sí les pidió a los responsables de Defensa de la Competencia que empiecen a sancionar y multar a los formadores de precios que remarcan sin justificación. También le mandó a decir a Cristóbal López, en respuesta a una carta personal que le envió, que no se va a interponer con las acciones que tomaron las autoridades de la AFIP. Y le hizo saber que el único deseo del Gobierno es que paguen la enorme cantidad de dinero que le deben al Estado. Fuentes seguras me informaron que la mano derecha de López, Fabián de Souza, envió un interlocutor con acceso a Macri un mensaje inquietante: "Díganle al Presidente que los medios del Grupo Indalo no se venden. Ni a (Daniel) Hadad ni a nadie. Que a partir de este momento serán considerados activos estratégicos. Y que si quieren guerra, la van a tener". El jefe del Estado se dio por enterado la semana pasada. Y le comentó a la persona con la que conversó antes de la cena: "¿Te imaginás lo que puede pasar si le pido a Alberto Abad que le perdone la deuda de 1200 millones de dólares a Oil Combustibles? Primero renuncia en el acto. Y a los dos minutos llama a conferencia de prensa para explicar por qué se fue. Y detrás de él tendría que renunciar yo, porque sería una verdadera locura".
Cristóbal López tiene con el tiempo un problema mayor que el que están sufriendo Macri y su gobierno. No parece haberse enterado de que el Frente para la Victoria perdió, que Néstor Kirchner murió hace más de cinco años, que Cristina ya no es más la presidenta y que tiene problemas tanto o más graves que él.
Publicado en La Nación