Cristina Kirchner sabe que no le va a poder ganar a Margarita Stolbizer el juicio por daño moral. Por eso su abogado de los últimos años, Carlos Beraldi, eligió no acompañarla en esta loca aventura. Beraldi es un profesional serio, respetuoso y más o menos efectivo. Empezó a defender a la ex presidenta después de que ella le preguntó a Cristóbal López a quién consideraba el mejor abogado penalista de la Argentina y el zar del juego, que lo tenía contratado desde hacía mucho, lo recomendó sin dudarlo. Beraldi la representa en las causas Los Sauces y Hotesur, en las que se encuentra más comprometida. Sin embargo, no quiso cumplir el papel que ahora desempeña el abogado menos elegante de la matrícula, Gregorio Dalbón. El ex juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni tampoco habría aceptado la propuesta de Cristina de poner la firma para litigar contra Stolbizer. Zaffaroni la asesora de manera informal, pero no quiere ensuciarse con el barro que propone la estrategia de la ex presidenta.
El barro, el barullo, el golpe bajo, la chicana son la especialidad de Dalbón. Y eso es lo que necesita ahora Cristina. Tapar con mucho ruido y miedo su situación procesal y también su condición política. Ignoro si fue Aníbal Fernández quien le recomendó los servicios de Dalbón. El ex jefe de Gabinete ya lo había contratado para demandar a Elisa Carrió, Jorge Lanata, Alfredo Leuco, Nicolás Wiñazki y quien esto escribe, con la intención no declarada de meternos miedo. Las movida de Cristina demuestra, entre otras cosas, el estado de desesperación en que se encuentra. Si no fuera así, le habría hecho caso a su periodista amigo Horacio Verbitsky, quien pronosticó que el asesoramiento de Dalbón no sería efectivo.
Pero el problema, en el fondo, tampoco tiene que ver con el apellido del abogado de turno, sino con los aliados con los que Cristina, en su actual situación, podría contar. Hasta hace poco la defendían figuras más digeribles y hasta periodistas menos cuestionados o contaminados. Pero ahora a Cristina la protege y la entrevista, de una manera muy poco profesional, un arribista sin trayectoria que trabaja en el canal de Cristóbal López y que no tiene ningún escrúpulo en decir y hacer cualquier cosa. Desde visitar la actual Casa de Gobierno con la propuesta de bajar el tono de la crítica contra el presidente Mauricio Macri a cambio de la obtención de pauta publicitaria oficial hasta inventar encuentros en hoteles y entregas de dinero en efectivo a periodistas que denunciamos y criticamos los hechos de corrupción.
Cristina no es la única que se mueve al compás de la estrategia del ruido y el miedo. Hebe de Bonafini y Guillermo Moreno operan igual. Porque la presidenta de Madres de Plaza de Mayo debe saber, sin lugar a dudas, que no va a haber fiscal o juez en la Argentina que la pueda eximir de dar explicaciones por la desaparición de más de 200 millones de pesos. Lo que ella deseaba ya lo consiguió: transformar en su propio 17 de octubre un caso de corrupción y desvío de fondos que la tiene como principal protagonista; hacerle creer al núcleo duro de la militancia que lo que le pasa no es muy diferente a la persecución y al ataque que sufrieron los organismos humanitarios durante la dictadura. Y lo del compadrito ex secretario de Comercio no es muy distinto a lo que vienen haciendo Cristina y Hebe: llamar la atención de los medios con el propósito de continuar sus deterioradas carreras políticas y neutralizar a los adversarios. Si no, ¿cómo se explica que Moreno haya decidido subir a las redes el vergonzoso video de él mismo en el rol protagónico del señor mayor que sirve tres o cuatro cucharones de sopa hasta que la olla queda vacía, en una alegoría del hambre que sería bochada en cualquier universidad de cine y publicidad? ¿Cómo se entiende que acepte una entrevista de una periodista de Telenoche, que pertenece al grupo de medios que el supersecretario quiso hacer desaparecer?
Es posible que Cristina, Máximo Kirchner, Andrés Larroque, Axel Kicillof, Amado Boudou, Luis D'Elía, Fernando Esteche, Martín Sabbatella y Oscar Parrilli, para nombrar a los más rutilantes, se hayan terminado de convencer de que con una señal de cable, un periodista con pésima imagen, una emisora de radio de amplitud modulada con una situación administrativa precaria, un diario que fue emblemático pero que cada vez tiene menos influencia y unos cuantos miles de militantes espontáneos o pagos en las redes sociales no alcanza para sostener el proyecto y salir indemnes de la avanzada judicial. Es probable que algunos de ellos, los más "pensantes", se estén dando cuenta de que están cada vez más aislados y de que se los está empezando a confundir con una secta sin plan ni rumbo determinado.
La foto conjunta que le pidió la ex presidenta a Daniel Scioli y que el ex gobernador aceptó a regañadientes tampoco debería interpretarse como un hecho aislado. Aunque la hubiera desaconsejado cualquier asesor político, ambos sonrieron para dar una imagen de unidad y persecución subliminal que dejó boquiabierto a todo el peronismo "racional". Los hombres que hablan con Macri sugieren que el Presidente agradece a la Providencia cada movimiento dislocado de la ex presidenta y los aliados que la apoyan. Afirman que cada vez que Cristina aparece la mayoría de la opinión pública parece percibir lo cerca que estuvo la Argentina de transformarse en Venezuela. Aunque las irrupciones de la ex jefa del Estado, de Moreno o de Hebe no alcancen para mejorar el estado de la economía, le sirven a la administración para ganar tiempo, mientras la inflación baja y su equipo económico reza para que el vaticinio de Miguel Bein, quien pronosticó un crecimiento del PBI de más del 5% para 2017, se convierta en realidad.
Los que insultan por lo bajo son los peronistas "moderados" o "racionales", como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey o Miguel Pichetto. Temen que la estrategia del ruido y el miedo termine en una dispersión del voto que los haga menos competitivos durante las elecciones del año que viene. Como se sabe, la mayoría de la gente no soporta mucho tiempo el ruido constante y, sin chequera ni poder, lo único que puede hacer el Frente para la Victoria es un poco de daño. De cualquier manera, dirigentes como Stolbizer no se confunden con el ruido ni se amilanan con las amenazas. El mismo día que la ex candidata a presidente por el GEN asistió a la mediación, terminó de corregir las galeras de Yo acuso, la denuncia más completa contra Cristina, que presentará en menos de un mes. Stolbizer piensa invitar desde el Presidente hasta Sergio Massa. Quieres leyeron el original lo definieron como un Nunca más de la corrupción, con las pruebas documentales incluidas.