El empresario del juego, el petróleo, la obra pública y los medios, Cristóbal López está, quizá, en el peor momento de su vida. Solo le da un poco de alegría la relación que tiene con su pareja, la modelo Ingrid Grudke, pero todo lo demás lo deprime y lo enoja.
Si fuera por él, vendería todo, pagaría la deuda de u$s 1200 millones que tiene con la AFIP por no haber abonado el impuesto a los combustibles y haber tomado ese dinero con el objeto de comprar otras empresas y se retiraría de todos los negocios, para no volver a ver su nombre y su apellido en la tapa de los diarios.
Tiene un grave problema con su socio, Fabián De Sousa.
Aunque a Cristóbal le corresponde el 70% de todo, De Sousa toma la mayor parte de las decisiones. Cristóbal, por ejemplo, estaba en desacuerdo con dejar de pagar el impuesto a los combustibles para financiar la compra de otros bienes.
Cristóbal, por ejemplo, no quería adquirir medios, porque sabía que esa decisión elevaría su perfil hasta niveles que no podría controlar.
Cristóbal, cuando murió Néstor Kirchner, perdió a su amigo y se ganó un vínculo tóxico. Porque a partir de ese momento, Cristina Fernández solo lo llamó para retarlo y en cambio eligió como interlocutor privilegiado a De Sousa, a quien obligó a comprar todos los medios de Daniel Hadad, incluidos C5N, Radio 10, POP, Vale y Mega.
De Suosa, contra la voluntad de Cristóbal y el pésimo negocio que, sabía, estaba haciendo, compró CN 23, solo porque se lo ordenó Cristina Fernández cuando todavía era Presidenta.
De Sousa, a pesar del deseo de Cristóbal, hace y deshace el grupo a su antojo. Y tiene un nuevo pasatiempo: el manejo de los medios como ariete de la política con el objeto de poner al servicio de la ex jefa de Estado el canal de cable, las radios, el diario Ambito Financiero y todo lo demás.
De Sousa, para eso, recibe el asesoramiento directo de Máximo Kirchner, Hernán Reibel y otros conspicuos dirigentes de La Cámpora, quienes apuestan a la caída anticipada del Presidente Mauricio Macri y el regreso triunfal del proyecto nacional y popular.
Cristóbal López se desprendió de una buena parte del su negocio del juego.
Entre un 7 y un 8% de lo que tenía en Palermo y el barco de Puerto Madero. Le entregó las acciones a sus socios, Federico de Achával y a su socio y casi hermano Ricardo Benedicto. Pero ellos no le compraron cash.
Lo están haciendo en cuotas. Como si fuera una operación de leasing. Las acciones de López tendrían un valor actual de entre $ 80 y $ 100 millones. El empresario se quedó con su parte de los demás casinos que explota en muchas de las provincias de la Argentina.
Dicen sus amigos que Cristóbal entregó sus acciones de Casino Club cuando comprendió que su archienemigo, el asesor de Macri, Fabián Pepín Rodríguez Simón, no transaría. Y tuvo razón: porque el gobierno nacional logró pasar la competencia de Palermo y el barco a la ciudad y hacer que Casino Club empiece a pagar la deuda de $ 4 mil millones que tiene por no haber abonado el impuesto a los ingresos brutos.
¿Por qué López no rompe con De Sousa?
Porque para él, un socio es como un hermano. En el grupo Indalo se repite, desde siempre, una máxima machista que reza: se puede engañar a la esposa, pero jamás se traicionará a un socio. Para colmo, ninguno de sus hijos quiere heredar sus asuntos. Uno de ellos se dedica a comprar ovejas en Australia y el otro es un fanático del automovilismo y los fierros.
Si fuera por él, vendería a un grupo ruso o a un grupo chino el corazón de su negocio que es el petróleo y los combustibles, se quedaría con una buena parte del dinero y pagaría la mayor parte de la deuda con la AFIP a partir de ahora mismo.
Pero de Sousa tiene otra perspectiva.
Sostiene que está en guerra con el gobierno y que no empezará a pagar la deuda impositiva hasta que la justicia lo obligue a hacerlo. Afirma que recién ahí se acogerá a un plan de 96 cuotas que lo haga estirar el plazo lo máximo posible.
"Vamos a ver quién gana la guerra dentro de dos o tres años. Vamos a ver donde estará Macri entonces y donde estaremos nosotros", dicen que dice De Sousa.
"Cristóbal está por cumplir 60 y no quiere más lola. Fabián tiene 40 y es un killer de los negocios. Va para adelante y no le importa darse contra la pared. Cristóbal quiere vender los medios y Fabián no quiere largarlos por nada del mundo. Antes de vendérselo a la competencia, prefiera romperlos, como si fuera un niño con sus juguetes" me dijo un ex gerente que los conoce mucho a ambos.
Cristóbal cree que Fabián perdió la brújula, pero no tiene la fuerza para imponerse.
De Sousa fantasea con que todo el grupo de medios, juntos, valdrían cerca de $ 200 millones, pero López calcula que no llegan a $ 50 millones.
Contra lo que pueda suponerse, los medios del grupo Indalo reciben mucha pauta oficial.
Radio 10 pierde dinero, pero todas las emisoras, con Vale, Mega, POP y One ganan casi $ 6 millones por mes.
C5N tiene un déficit mensual de entre $ 3 y 4 millones.
Todos los medios del grupo, en total pierden entre $ 30 y 40 millones.
Una de las unidades de negocios de medios con la que más pierde el Grupo Indalo es la productora Ideas del Sur. Las cuentas arrojan un déficit de $ 10 millones cada treinta días. Entre $ 100 y 120 millones por año.
A Marcelo Tinelli, el grupo le debe casi u$s 12 millones. Todavía no le pagaron una parte de las acciones que compraron de Ideas del Sur.
Tinelli y de Sousa mantienen una relación tirante.
Cada vez que Marcelo quiere hablar con Cristóbal este lo deriva a De Sousa.
Cuando Tinelli anunció que podría romper la sociedad, De Sousa lo invitó a concretarlo y le sugirió que el costo político de dejar a la gente en la calle lo pagaría él. O en todo caso él y el gobierno que preside Macri.
Cristóbal prefiere no hablar con los periodistas del grupo. De Sousa lo hace solo si lo considera necesario.
Un ex gerente de Indalo medios considera que Víctor Hugo Morales solo aceptó el trabajo para "seguir haciendo su negocio": el del periodista talibán que agita su grito en el desierto. El ex gerente, de Fernando Navarro, no tiene la mejor de las opiniones: cree que así como ahora ataca sin ton ni son al gobierno, mañana podría hacer todo lo contrario, si consigue un mejor postor.
A Cristóbal López se lo puede ver, casi todos los días, abatido, dentro del edificio donde tiene su departamento y el gimnasio al que concurre. Todavía se siente dentro de una pesadilla. Todavía no puede creer como pasó de transformarse en uno de los hombres de negocios más influyentes de los últimos 12 años a una figura tan controvertida, sospechada y rechazada.