Señalar con el dedo y desde un lugar de enorme poder a un trabajador de prensa cuyo único pecado fue hacerle una pregunta sencilla es un gesto cobarde, patotero y repugnante.

No hay otra forma de calificar lo que acaba de hacer Néstor Kirchner con Marcelo Padovani, a cargo del móvil de América 24.

Se trató de una lucha evidentemente despareja: el hombre más poderoso de la Argentina, el presidente más rico de toda la historia del país, el que toma las decisiones más importantes del gobierno de su esposa y el que reparte millones de dólares a intendentes, empresarios subsidiados, medios de comunicaciones y periodistas chupamedias le grita de mala manera a un colega:
- A vos no te contesto, sos de América.

Y cuando él y sus compañeros intentaron defenderse, Kirchner miró a sus custodios al grito de:
- ¡Es del canal de De Narváez, lo manda De Narváez!

Ya lo había hecho antes con un periodista de Radio Continental, mientras los alcahuetes de turno lo aplaudían.

En esa oportunidad, igual que ahora, el patotero gigante y armado de su poder atacó a un trabajador desarmado y sorprendido en su buena fe.

Kirchner está yendo demasiado lejos.

No importa que estemos en el medio de la campaña.

No importa el medio donde circunstancialmente trabajemos.

El ex presidente ha cometido un acto cobarde, intolerante y condenable.

Ahora se entiende más por qué no da entrevistas mano a mano y sin condiciones.

Ahora se comprende más porque la mayoría de los argentinos, aún los que están de acuerdo con algunas decisiones, no va a votar a un ex presidente que grita, espía, señala, acusa y abusa de su poder.