En los últimos días, amigos sinceros me hicieron saber que cometí varios “pecados imperdonables”. Uno, sostienen, fue haber escrito El Dueño, porque suponen que las denuncias contenidas en el libro -especialmente las que ya están en manos de la Justicia- afectaron de manera muy profunda a Néstor Kirchner, quien ordenó a gente de su confianza salir a desprestigiarlo, ya que no puede responder con seriedad ninguna de las acusaciones. E

El segundo fue haber logrado que siga teniendo una enorme repercusión, a pesar de haber sido publicado en noviembre del año pasado. Para un grupo de personas a las que le importa y mucho “la letra de molde” pensar que un texto así pueda permanecer durante muchos años en decenas de miles de bibliotecas de decenas miles de argentinos parece algo casi imposible de asimilar. Y el tercero, finalmente, fue haber invitado al debate en el parlamento a Víctor Hugo Morales, el colega que, sin haberlo leído, la emprendió contra el libro, a pesar de que antes, en una entrevista radial que le hice, lo había definido de manera neutra como el ejemplo de un texto que cuestiona la ética del poder. “Víctor Hugo te va a clavar una puñalada”, me advirtió antes un periodista de larga trayectoria que trabaja en el área de noticias de un importante canal de televisión. Parece que tenía razón. Después otros me preguntaron por qué lo había invitado. Y a todos les respondí que lo había hecho porque sabía que no piensa como quien esto escribe.

De cualquier manera, a los que están muy preocupados por los ataques de Kirchner, Morales y de empleados del gobierno como Diego Gvirtz, les digo que no se preocupen. Ser ofendidos por ellos, con la técnica de manipular la información, es la mejor manera de valorar mi trabajo. Y el mejor modo para que más gente se entere de los graves hechos que describen la enorme corrupción del presidente más poderoso, más rico y más vengativo de la historia reciente de la Argentina.

En ese sentido, quiero agradecer la invalorable ayuda de Néstor Carlos Kirchner. Nadie -ni siquiera Carlos Menem, cuando junto a otros colegas mostramos su famosa pista en Anillaco- hizo más que él para generar tanto cariño y respeto a mi alrededor.