Si por algún motivo el proyecto de emergencia social que contempla la creación mágica de un millón de puestos de trabajo y lleva la firma del senador Juan Manuel Abal Medina se transformara en ley, el presidente Mauricio Macri la vetaría, casi al instante. "La vetaría. Claro que lo haría. Y estoy seguro que no pagaría ningún costo político. Al contrario: la mayoría de la gente, cuya madurez está muy por encima de los dirigentes de la oposición irracional, apoyaría mi decisión", le dijo, convencido, a un periodista, el sábado, después de conversar por teléfono con el ministro de Energía, Juan José Aranguren, mientras miraba, de a ratos, el partido que el Real le ganó al Atlético 3 a 0.
Al Presidente se lo nota más confiado que nunca. Considera que Cambiemos va a ganar las elecciones por un margen más amplio y con porcentajes más altos que los que logró la coalición en la primera vuelta del año pasado. No se anima a pronosticar cuando los argentinos empezarán a sentir en el bolsillo la baja de la inflación y los beneficios del crecimiento que tarda tanto en arrancar. No quiere apostar porque ya se quemó con leche cuando alentó expectativas sobre el zarandeado segundo semestre. Sencillamente cita a "la mayoría de los economistas", quienes hablan de un crecimiento del PBI de entre el 3 y el 4% para 2017. Está obsesionado con el tiempo. Porque imagina cambios estructurales en la economía y en la cultura del país, pero no puede ir tan rápido como desearía. Se siente algo decepcionado con Roberto Lavagna, quien comparó la política económica de su gobierno con la de la dictadura y la de la administración de Carlos Menem. El Presidente habló con el ex ministro de Economía en más de una oportunidad, y, sus voceros sostienen que siempre se mostró muy receptivo a las sugerencias. "Si Roberto sabe cómo hacerlo, que venga y lo proponga". En ese sentido, el jefe de Estado tiene la misma visión que su ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay. Ambos eligieron tomar deuda para asumir los compromisos ineludibles y la bomba de tiempo que les dejó Cristina Fernández. Este año tomaron cerca de u$s 50 mil millones a una tasa aceptable y mucho más baja que el último crédito que logró la expresidenta Cristina Fernández. Con aproximadamente 30 mil millones, la actual administración se hizo cargo de deudas escandalosas, como la falta de pago de dos años o más de la energía que nos vende Bolivia, Chile y Paraguay. Con el resto, el Estado está financiando el elevadísimo déficit, que todavía no se puede bajar al ritmo que el Presidente pretende. "Lavagna sabe que evitamos el desastre, y que estamos siendo gradualistas. También sabe que el consumo no se puede reactivar con la maquinita de la emisión monetaria, porque si no la economía explota por los aires. Si tiene una fórmula mágica ¿porque no se la muestra al país, así nos beneficiamos todos?" se preguntó otro ministro del equipo económico que prefirió dejar su identidad en reserva. Muy cerca de Prat-Gay creen que si Macri hubiera intentado bajar el déficit con un ajuste brutal como el que ejecutó Joaquim Levy ex ministro de Economía de Brasil, el presidente hubiera terminado como Dilma Roussef. Al ministro de Hacienda argentino no le gusta hablar todo el tiempo de la herencia recibida. Sí recordar de vez en cuando, como lo hace el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, de dónde venimos. Por eso, en sus encuentros con empresarios y los llamados líderes de opinión, dice: "La Argentina estaba en bancarrota. Durante los últimos cinco años no se creció, ni generar un solo empleo productivo. Lo único que se hizo fue financiar la fiesta expoliando las reservas del Banco Central, del banco Nación y los Fondos del Anses, cuyos legítimos dueños son los jubilados". Prat-Gay no cree en la magia del desendeudamiento kirchnerista. Pero tampoco considera que el país deba que endeudarse de manera creciente. Interpreta este nivel de endeudamiento como normal. Y hasta un poco por debajo de algunos países con los que se puede comparar. Brasil se viene endeudando al 18% de su Producto Bruto Interno. Uruguay al 14. Y Argentina todavía no pasó el 10%. El ministro afirma que entre los caminos extremos del default y el ajuste brutal, ellos eligieron el intermedio. Y confía que con la inflación hacia la baja llegarán a bajar el déficit hasta el 1,5%, en el transcurso de los próximos cinco años. Explica a sus interlocutores que, al tomar el crédito después de resolver el problema con los holdouts y liberar el cepo cambiario, Argentina logró una tasa de interés 8 puntos más bajas que la que consiguió Kicillof en su última colocación, "lo que nos hizo ahorrar unos u$s 4 mil millones por año". Prat-Gay estima que ahora mismo la economía está en un ciclo de transición y dispersión. Esto es: algunos sectores crecen, otros están terminando de caer y esto genera un efecto de dispersión que impide hablar de expansión y crecimiento sostenido. Según sus números, el campo y las economías regionales están creciendo de manera sostenida, la industria tiene sectores para arriba y otros para abajo y los resultados del consumo son francamente negativos. ¿Una baja en las tasas de interés alentaría el consumo? ¿El Ahora 18 puede usarse como una herramienta de peso para que la gente decida gastar más? El Presidente no cree demasiado ni en una cosa ni en la otra. Espera que las liquidaciones del campo y el mayor consumo de los jubilados que están cobrando la denominada reparación histórica potencien el consumo en el final del primer trimestre. ¿Cuándo se va a empezar a sentir en la calle? Macri y Prat-Gay coinciden en que ya se está comenzando a notar en las zonas agrícolas y productivas de provincias como Córdoba, Santa Fe y La Pampa. El problema mayor se centra en el conurbano de la provincia de Buenos Aires, donde el Gobierno dice que se encuentra el mayor foco de clientelismo y falso consumo que el gobierno anterior alentó con la máquina de emitir. El crecimiento de la economía, piensan, se empezará a notar y será real cuando se inicie el aumento de la demanda de empleo legítimo. En ese sentido, Macri ya les mandó a decir a los gordos de la CGT: "En vez de hacer discurso vacíos ¿por qué no alientan la ley del primer empleo, que va a generar que los empresarios tomen a más trabajadores, porque el costo de hacerlo será ostensiblemente más bajo de la escandalosa cifra en cargas e impuestos que se deben pagar hoy?". Es otra de las obsesiones del Presidente: la baja de los impuestos, en general. Prat-Gay y Alberto Abad se mostraron de acuerdo. Pero le dijeron que era suicida empezar a hacerlo ahora, cuando la economía todavía no se reactivó. "La baja inicial de la recaudación generaría un déficit imposible de sostener en el tiempo" le explicaron. El Presidente sacude la cabeza: "No puede ser que los autos y las computadoras en la Argentina sean los más caros de América Latina".