"Detrás de los escraches y las operaciones está (Néstor) Kirchner", afirmó sin titubear el diputado nacional por el Peronismo Federal, Felipe Solá. Fue ayer, por la tarde, entre sesión y sesión, al responder la pregunta sobre quién supone que impulsa los carteles anónimos contra periodistas, y los ataques personales contra jueces como María José Sarmiento y políticos como Fernando Pino Solanas, la senadora Adriana Bortolozzi o el senador Luis Juez.


Solá recordó con tristeza la agresión que él mismo sufrió en Neuquén, en julio de 2008, después de haber votado contra el aumento de las retenciones a la soja. Y opinó que todo comenzó durante las legislativas de octubre 2005, cuando el kirchnerista Daniel Bravo acusó falsamente a Enrique Olivera de poseer una cuenta no declarada en Suiza. El mismísimo presidente Kirchner, horas antes de la veda electoral, había salido por Radio 10 a pedirle que aclarara su situación. Las sospechas afectaron las chances de la organización política de Elisa Carrió. Bravo reconoció que la denuncia era mentira, pidió disculpas a Olivera y su familia y se retractó. Pero lo hizo dos años después, en sede judicial.

Solá definió a los escraches y las operaciones con denuncias falsas como una forma "fascistoide" de hacer política y reconoció que a partir de su ida del Frente para la Victoria lo empezaron a "putear" en la vía pública. "Y cada tanto me siguen puteando, como si la macana me la hubiera mandado yo" aceptó, resignado.

El ex gobernador de la provincia de Buenos Aires está seguro que detrás de esas acciones se encuentra el ex jefe de Estado. Y cree que es porque quienes las perpetran, utilizan el lenguaje y los argumentos que se le adjudican al propio número uno. Solá piensa que el ex mandatario las impulsa con sus órdenes directas o las tolera con su silencio. En medio del agobiante clima de resentimiento, no está demás recordar algunas de las acciones más impactantes.

A Cobos se le pararon enfrente de su casa de Mendoza cientos de militantes y le pintaron las paredes de su casa con acusaciones de traidor, horas después de pronunciar su antológica frase: "Mi voto no es positivo".
A los senadores nacionales Gerardo Morales, Guillermo Jenefes, Adriana Bortolozzi también les pintaron las paredes de sus propiedades con distintos tipos de insultos, después de que impulsaran proyectos contrarios al kirchnerismo o facilitaran con su presencia en las bancas el quórum que el bloque del Frente para la Victoria no tenía intención de posibilitar.

En las marchas de "autoconvocados" a favor de la Ley de Medios, además de agitar carteles contra periodistas del Grupo Clarín, se vieron pancartas en contra de colegas como Martín Caparrós y de dirigentes como la diputada nacional Victoria Donda. Caparrós y Donda desprecian a la derecha política y reconocen que los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández tuvieron muchos aciertos, pero no compran el paquete con moño y todo. (Parece que la furia de algunos militantes fanatizados se multiplica contra aquellos que alguna vez fueron considerados "propia tropa").

El actual quizá sea el momento mas "antiprensa" desde 1983. En una escalada que se inició junto con el conflicto del Gobierno contra el campo, decenas de periodistas están siendo insultados, escrachados o desafiados a pelear cerca de sus lugares de trabajo o de sus propias casas. Solo la paciencia de la mayoría evitó que las cosas pasaran a mayores. Algunos kirchneristas creen que la difusión pública de esos hechos de violencia terminaría favoreciendo al Gobierno, porque colocaría a los periodistas en el mismo barro en el que se ensucian la mayoría de los políticos que compiten para conseguir más votos. ¿Serán ellos los que piensan en armar una nueva pegatina de carteles contra otros periodistas que no son del agrado de su jefe?

El ambiente está tan enrarecido que ya provoca fisuras dentro del propio Gobierno, y entre los que apoyan el proyecto político que hoy gobierna la Argentina. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, por ejemplo, está cada día más preocupado por el cariz que están tomando los acontecimientos. El ex ministro de Educación y senador nacional, Daniel Filmus, no comparte los escraches ni las operaciones y cada vez lo repite en voz más alta, para que lo escuche quien lo debería escuchar.

A Solá le preocupa que nadie, desde el poder central, levante la voz para condenar con firmeza los ataques cada vez más repetidos: "Si desde arriba no le ponen un freno a esto, pueden pasar cosas mucho más graves. Y entonces será tarde para arrepentirse" declaró.

Especial para lanacion.com