No fue la mesa chica de Mauricio Macri sino un periodista que lo suele criticar quien terminó de convencer al Presidente de que no solo Cristina Fernández, sino una buena parte del peronismo, preferiría que le fuera mal.
Y no apenas que le fuera mal. Incluso, esa buena parte del peronismo, trabajaría, de manera más o menos solapada, para que no terminara en tiempo y forma su primer mandato.
A la ferocidad de la ex presidenta y su equipo de inteligencia impresentable, encabezado por Oscar Parrilli y el dipu-ñoqui-espía Rodolfo Tailhade, el periodista que habló con el Presidente antes de su viaje a España le encontró, a la feroz ofensiva, una explicación muy lógica.
Le hizo entender a Macri que el principal incentivo de Cristina, para intentar denigrarlo al máximo, es el mantenimiento de su propia libertad.
O para decirlo sin rodeos: la convicción de que será condenada por los graves delitos que le endilgan y que inexorablemente irá presa, a menos que un clima de incertidumbre, caos social y crisis de gobernabilidad interrumpa la dinámica de las causas judiciales.
Basta con observar a la señal de noticias de Cristóbal López, C5N, para darse cuenta del fin que persiguen Cristina y su patrulla perdida. Como muestra basta un botón. La semana pasada uno de sus periodistas subordinados reveló que había cerrado una empresa de grifería sanitaria y que había despedido a sus 150 empleados. Pero la firma no solo no había cerrado sino que había anunciado, hace poco, una nueva inversión de u$s 1.500.000 para modernizar la planta y mejorar la calidad de su producción. Lo tuvieron que desmentir a las 24 horas, pero lo hicieron con menos énfasis de lo que plantearon el dato falso.
El mensaje apocalíptico que machaca con la palabra cierre, despidos, ajuste e hiperinflación, todavía no caló hondo porque sus principales voceros son Cristina, Luis D Elía, Fernando Esteche, Amado Boudou, Martín Sabbatella y Gabriela Cerrutti, entre otros.
Pero la foto de Máximo Kirchner junto a Fernando Espinoza y el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, debería preocupar y mucho a quienes subestiman la capacidad de recuperación del Frente para la Victoria.
El otro gran motivo que explicaría la intransigencia del gremio docente y su negativa a comenzar las clases, la avanzada de la CGT y la ofensiva mediática y judicial para tratar de convencer a los argentinos de que Macri y sus hombres son iguales a Néstor, Cristina, De Vido, Ricardo Jaime, Lázaro, Cristóbal y los bolsos de José López es la abstinencia de poder que tiene el peronismo y sus aliados en casi todas las variantes.
Porque no solo la ex presidenta sino una buena parte de lo que Kirchner denominaba el pejotismo (que incluye desde gobernadores en ejercicio hasta la mayoría de los intendentes de la provincia de Buenos Aires pasando por Daniel Scioli y otros que hoy hablan de renovación) intuyen que si el oficialismo gana las próximas legislativas y la economía empieza a crecer, de manera moderada pero sostenida, Macri podría gobernar durante ocho años.
Y eso es algo que no soportarían. Porque significaría, entre otras cosas, el fin del peronismo como una franquicia electoral casi invencible. Y sería, además, la primera vez desde la restauración democrática de 1983 que un presidente no peronista lograría la reelección.
Sobre este tipo de cosas hablaban los empresarios durante el viaje que hizo Macri a España y que culminó este fin de semana.
Los funcionarios del gobierno nacional no dejaron de destacar el carácter de visita de Estado y los propios periodistas españoles reconocieron que ni siquiera el propio Barak Obama, en su momento, había sido recibido con tanta pompa y semejante dedicación.
Pero los futuros inversionistas españoles pusieron las barbas en remojo antes de tomar decisiones.
Le hicieron saber a Macri que estaban muy contentos con el contraste entre él y Néstor y Cristina. Admitieron que invertir en la Argentina sería algo natural porque todavía hay medio millón de españoles que viven y trabajan en nuestro país.
Y confesaron que antes de hacerlo esperan que Argentina empiece a consolidar el cambio de rumbo en la política económica.
Y que también aguardan octubre, para asegurarse que el populismo, en cualquiera de sus variantes, jamás regresará.
Un empresario argentino dueño de una compañía distribuidora de energía eléctrica y al que se lo considera más macrista que el propio Presidente le dijo a un problable inversionista, en Madrid: "Si querés esperar hasta después de octubre hacelo".
Pero para entonces, el piso para entrar será más alto, porque habrá muchos otros como vos que pretendan invertir en negocios que todavía no están maduros". Le dio el ejemplo de la inversión ejecutada en al área de energías renovables, que, según el propio Macri, alcanzó, desde diciembre de 2015, los u$s 20.000 millones.
El empresario argentino que cree en Cambiemos lo hizo para terminar de convencerlo de que el momento es ahora mismo.
El Presidente, mientras tanto, sigue corriendo contra el tiempo, y rezando para que sus hombres no sigan cometiendo errores de principiantes.
Todos los días llama a sus ministros para preguntar sobre los avances del Metrobús y el asfaltado de las calles de tierra desde la General Paz hasta el corazón de La Matanza. Todos los días se comunica con los hombres del área económica para preguntar por los datos positivos, y les pide que se los reenvíen a los responsables de tratar con los medios. Al ministro Rogelio Frigerio le dio más responsabilidad pero al mismo tiempo le metió más presión. Quiere que el ritmo de la obra pública se acelere al máximo. Y no solo en la primera y la tercera sección electoral de la provincia, donde se concentran las intendencias más cristinistas. También en el resto del país, y, en especial, en las zonas geográficas donde Cambiemos no ganó.
Además de la ingenuidad que le adjudican los peronistas a los máximos referentes de Cambiemos, el Presidente y sus ministros recibieron hace poco una noticia que los hace parecer más tontos todavía.
La mayoría de los barones del conurbano como los gobernadores peronistas que están siendo beneficiados con obra pública que paga el Estado Nacional se presentan ante sus votantes como si fueran ellos los hacedores y financistas de los proyectos. Lo muestran así en la cartelera de la vía pública y la propaganda que distribuyen a los medios de comunicación. Uno de los hombres más importantes del gabinete, de extracción peronista, fue el que detectó la avivada y se la comunicó de inmediato al jefe de Estado. Después reflexionó: "Una cosa es ser distintos, y otra cosa pasar por boludos". Si Macri quiere ganar las próximas elecciones, debería comprender la diferencia cuánto antes.