El Presidente Mauricio Macri y su círculo de máxima confianza decidieron polarizar con lo más impresentable del peronismo y del Frente para la Victoria para ganar la próxima elección legislativa de octubre. La decisión no tiene retorno.
El dato nuevo es que bajo este enorme paraguas aparecen todos los sectores de Cambiemos alineados; desde Marcos Peña hasta Emilio Monzó; desde Jaime Durán Barba hasta Elisa Carrió, Ernesto Sanz y Mario Negri; desde los ministros más técnicos, como Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, hasta la gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta.
La decisión la tomaron después del fuerte golpe de imagen que sufrió el propio Macri con el estallido del litigio del Correo y horas antes del discurso de inicio de sesiones ordinarias del Parlamento. Lo hicieron con los resultados del tipo de encuestas a las que Peña y Durán Barba prestan más atención: las cualitativas. En esas respuestas se apoyaron para concluir que, a la hora de la verdad, más de un 50% de los argentinos, puestos entre la espada y la pared, preferirían seguir apoyando a un gobierno que se equivoca cada vez más, que votar a dirigentes vinculados directa o indirectamente con el populismo de las últimas gestiones kirchneristas.
No es que el humor social les dé como para tirar manteca al techo. De hecho, el núcleo duro que adhiere al gobierno y que justifica las decisiones más antipáticas, incluidos los escándalos del Correo, los Panamá Papers, la conexión Odebrecht y la denuncia por la aprobación de rutas a Avianca y Fly Bondi apenas oscila entre el 25 y el 30% de los votantes.
Es, punto más, punto menos, el mismo apoyo que posee el otro núcleo duro del sector liderado por Cristina Fernández, y que tiene su base de sustentación en la primera y la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, donde se concentran 9 millones de votos.
Pero los estrategas de Cambiemos consideran que todavía tienen tiempo y recursos para intentar convencer a la mitad del padrón que se encontraría por encima de la grieta.
¿Cómo? Iluminando la realidad por la sencilla vía de la comparación directa.
El Presidente que hace y se equivoca vs. la ex presidenta multiprocesada por los delitos de coimas, asociación ilícita, lavado de dinero y administración fraudulenta; la gobernadora que lucha contra las mafias de la policía y el juego vs. el dirigente gremial que, supuestamente, nunca estuvo al frente de un aula, toma a los alumnos como rehenes y que pertenece a Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella, el ala más radical del Frente para la Victoria; los legisladores que no gritan e incluso son un poco ingenuos vs. la patrulla perdida y bullanguera de la política nacional que integran, entre otros, Luis D Elía, Fernando Esteche, Amado Boudou, los principales referentes de La Cámpora; los funcionarios públicos que se sientan una y otra vez a la mesa de negociación con empresarios y sindicatos vs. los gordos de la CGT y sus aliados, con sus mandatos eternos y su imagen por el piso.
A este análisis excesivamente optimista le están faltando un par de ingredientes.
A uno se lo podría definir como prejuicio de clase.
El otro es la economía.
En efecto, lo que para Macri constituye el mejor equipo del gobierno de la historia de la Argentina, para millones de argentinos es percibido como un grupete de amigos, compañeros de colegio y parientes que habrían asaltado la administración para obtener más y mejores negocios.
El primer mandatario, a esta altura, debería, además de ser y parecer, pedirle a muchos de sus amigos, ex socios y parientes directos e indirectos, que renuncien a hacer negocios o firmar contratos con el Estado. Debería también contratar un equipo de abogados más activos y despiertos para hacer un análisis más preciso de las causas en su contra.
Diferenciar las irrelevantes, desopilantes y delirantes de las que pueden prosperar y afectarlo.
Tanto política como desde el estricto punto de vista legal.
Su mesa chica está pensando, en este mismo instante, no solo en defenderse, sino en contraatacar. Es decir: iniciar demandas por daños y perjuicios contra impresentables como el ex espía y ñoqui Rodolfo Tailhade, especialista en presentar denuncias inconsistentes.
El objetivo: que parte de la energía negativa la deba usar para defender su nombre y su patrimonio, ahora mismo o cuando un tribunal dicte sentencia y ya no se pueda refugiar en los fueros de diputado nacional.
No sería el propio Macri el que demandaría al incondicional de Cristina. Sí decenas de funcionarios y particulares que, en muchos casos, fueron denunciados a partir de datos falsos, con malicia y premeditación.
Con respecto a la economía, Macri puso a trabajar al equipo para evitar, a partir de ahora, cualquier decisión que sea interpretada como impopular o piantavotos. Esto no incluye, por supuesto, convalidar el pedido salarial de los sindicatos de maestros o salir a criticar con mucha fuerza la movilización del martes de la CGT y sus aliados gremiales y políticos.
Ni Vidal ni Macri ni ningún funcionario van a dejar de reconocer en público que los salarios docentes son insuficientes y los reclamos legítimos. Pero los acusarán, cada vez con más fuerza, de usar a los alumnos y a los trabajadores para satisfacer sus intereses personales y políticos. De hacerlo justo cuando la economía empieza a salir de la recesión, la inflación está bajando y se está a punto de ingresar a un período de expansión, tenue pero que podría llegar a ser sostenido. Para eso contarían, entre otras herramientas, con la voz de Elisa Carrió, quien oscila entre la defensa moral e irrestricta del Presidente y los ataques contra su primo Jorge Macri y contra cualquiera que pretenda disputarle su lugar de primera candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires. En las últimas horas, enterada de la intención de Florencio Randazzo para disputar el poder a Cristina y comandar al peronismo provincial y nacional, ya empezó a juntar información con el objeto de desacreditarlo y sacarlo de carrera. En Cambiemos no hay unanimidad sobre el inminente aterrizaje de Randazzo. Unos lo esperan con los brazos abiertos, porque consideran que podría ayudar a fragmentar el voto de la oposición. Otros dicen que sería mejor que "no jugara" porque en las encuestas aparece como "aspirando votos" de "todos los cortes sociales", incluidos los que hoy están dispuestos a votar al oficialismo. Unos afirman que lo mejor que puede pasar es que enfrente a la ex presidenta en las PASO de agosto y le gane. Y otros consideran que si esto sucede, al peronismo, en octubre, le irá mejor, porque se habrá quitado de encima a la gran piantavotos. Una especie de Aníbal Fernández, pero trasladada al año 2017. Unos dicen que Randazzo nunca le puede ganar la interna a la ex presidenta y que un triunfo parcial de ella la podría llevar a la victoria final. Otros rezan para que Cristina le gane a Florencio en agosto y en octubre compita contra Carrió por un lado y Sergio Massa y Margarita Stolbizer por el otro, para que Cambiemos supere, una vez más, a la oposición partida en dos.
Pero es muy temprano para todo. Y está claro que a nadie le sobra nada. Como canta Divididos en el tema "¿Qué ves?", con letra de Federico Gil Sola, "El bien y el mal definen por penal".