Escrache en la presentación de IndeK, de Gustavo Noriega, en la Feria del Libro.

A los escraches, las agresiones personales y las descalificaciones hay que responder con más periodismo y más información. Esa es la conclusión más útil que pude sacar después de haber participado de las últimas presentaciones de libros, programas de debate y mesas redondas donde se discutió sobre los nuevos ataques a los periodistas, acciones auspiciadas desde lo más alto del poder y financiadas por medios públicos que pagamos todos los contribuyentes.

Al poder de turno no le afectan tanto las opiniones como los datos que descubren casos de corrupción. La declaración testimonial del ex embajador en Venezuela Eduardo Sadous denunciando coimas en los negocios con Venezuela es letal para este gobierno. Varias veces más grave que cualquier "juicio popular", cartel anónimo, los insultos de los ciberfanáticos que trabajan en horario de oficina o los informes "periodísticos" sesgados que se presentan como si fueran serios en los programas de propaganda oficial.

La primera investigación sobre la conexión venezolana la escribió Jorge Lanata en 2006. Más tarde la Coalición Cívica la tomó como parte de su megadenuncia por asociación ilícita contra Néstor Kirchner. Los detalles de las conversaciones entre Sadous y los funcionarios y empresarios involucrados fueron revelados tres años después en el libro El Dueño. El fiscal Gerardo Pollicita y el juez Julián Ercolini tomaron esos diálogos de manera textual para llamar a declarar Sadous y activar una causa con innumerables ramificaciones. El camino de la investigación periodística estuvo exento de fuentes no identificadas o condicionales. También de adjetivos impactantes. Solo datos, información y la publicación correspondiente. No hay nada más efectivo que eso.

A los barrabravas que intentaron arruinar la presentación del libro de Gustavo Noriega, el periodista les respondió con la publicación de Indek: historia íntima de una estafa. Se trata de la crónica minuciosa, brillante y brutal de cómo Kirchner y Guillermo Moreno manipularon las estadísticas oficiales y utilizaron la violencia psicológica y también física para sostenerlo. A los descalificadores profesionales que en algunos blogs se preguntan por qué un crítico de cine escribe sobre el Indec hay que contestar con más información: Gustavo trabajó en el Instituto durante 16 años; por eso puede relatar, con semejante precisión, uno de los hechos políticos más escandalosos de la era kirchnerista.

Ahora es preciso colocar a las cosas en su verdadero contexto. El asfixiante clima contra la prensa no es comparable con lo que sucedió durante la dictadura más sangrienta de la historia argentina. Tampoco tiene la dimensión del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas. Y es mucho menos dañino que te griten "puto", "gorila" o "dejá de mentir" a que te incendien el vehículo estacionado en la puerta de tu casa, como le pasó, hace un mes, en Caleta Olivia, Santa Cruz, a la periodista Adela Gómez, una colega que se caracteriza por informar sin llenar de elogios a los funcionarios K. Pero si el ex presidente proclama ante su militancia que la verdadera oposición son los medios y no condena con urgencia y energía los últimos actos de violencia no es improbable que en cualquier momento un fanático se sienta con derecho a pegarle a un periodista que no anda con custodia.

La imaginación para hacer el daño es inagotable. El hecho que se haya elegido a la Feria del Libro para practicarlo debería poner en estado de alerta a todo el ambiente de la cultura. Los libros en general, y los de investigación periodística en particular, vienen siendo, hasta ahora, islas de libertad que el poder de turno no pudo colonizar. Los intentos por comprar enormes cantidades de ejemplares para interrumpir la demanda y el engañoso mail que circula por la Web anunciando que un título ha sido retirado de las librerías por orden del Gobierno, demuestran que están dispuestos a todo para evitar que más gente acceda a los datos duros que afectan a esta administración.

El temor de que algo igual o más violento pueda suceder el próximo sábado 1° de Mayo, Día del Trabajador, en la Feria del Libro, es algo que los organizadores no minimizan. Se trata del día en que más público asiste al predio de la Rural. Las editoriales lo eligen para la presentación de las novedades o de las publicaciones a las que más apuestan. Algunos colegas han decidido suspender las presentaciones de sus libros y la firma de ejemplares, porque prefieren salir del ojo de la tormenta. Otros vamos a estar presentes, de manera pacífica y firme, porque entendemos que la mejor manera de responder a los escraches, las agresiones y las descalificaciones es defender nuestro trabajo. Y hacerlo precisamente allí, en el lugar donde el debate tantas veces le ganó a la violencia y a la intolerancia.

Especial para lanacion.com