El equipo completo de La Cornisa. Arriba: Moria Bonnin, Victoria Valfre, Constanza Heller, Alejandro Beber,  Florencia Giraud, Martín Beccaria, Mauro Federico y Diego Kolankowsky. Abajo: Carolina Bruni, Sebastián Corbacho, Facundo Sánchez y Luis Majul.

 

No tengo pruebas fehacientes sobre qué criterios usó APTRA para elegir a La Cornisa como el mejor programa periodístico de televisión abierta. Sin embargo, algunos de sus socios me dieron dos pistas. La primera: muchos valoraron el hecho de que, desde el año pasado, el programa viniera profundizando sus investigaciones y sus informes de campo. Y la segunda: el fuerte impacto que tuvo la aparición de El Dueño, un trabajo que fue apreciado por muchos colegas y miles de lectores.

 

Por lo demás, todavía estoy sorprendido por el fuerte impacto que tuvieron mis palabras. Lo que dije la noche del domingo pasado lo venía sosteniendo en las notas que firmé para los medios en los que escribo. Y el pedido de que tanto la Presidenta como Néstor Kirchner repudiaran con energía los ataques, agresiones y escraches a periodistas es lo que venimos solicitando desde hace días colegas como Nelson Castro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, Ricardo Kirschbaum, Fernando Bravo, Alfredo Leuco, Gustavo Noriega y muchos otros, desde sus lugares de trabajo.

 

Aprovecho para aclarar que las desafortunadas palabras de Eduardo Aliverti, levantando el dedo contra los que sienten miedo por la escalada de aprietes e insultos -como si en monopolio del sentimiento de miedo lo debieran tener solo quien él lo determine- no fue una respuesta a mis palabras. ¿Cómo lo sé? Primero, porque no hablé de miedo, ni dije que lo padecía. Segundo, porque la verdad es que no tengo temor. (Si lo hubiera tenido no habría escrito un libro que generó, entre otras reacciones, la descalificación artera y personal de colegas neokirchneristas que ni siquiera se tomaron el trabajo de leerlo). Y también lo sé porque me lo confesó el propio Aliverti. Fue minutos después de pronunciar su admonición, cuando lo encaré y le pregunté si había usado el micrófono para responder mis afirmaciones.

 

- ¡De ninguna manera Luis!- aclaró. – ¡Mis palabras no estaban dirigidas a vos!

 

Entonces le comenté que era una lástima, porque hubiera estado bueno discutir, mano a mano, en público o en privado, sobre la campaña contra periodistas que trasciende la guerra entre el Gobierno y el Grupo Clarín.

 

Especial para Perfil