Si Cristina Fernández no es tonta, no será candidata ni a diputada nacional ni a senadora nacional en las próximas elecciones de medio término. Porque corre un triple riesgo. Uno: el de perder en las PASO de agosto contra Florencio Randazzo. Dos: el de caer derrotada frente al postulante de Cambiemos, sea éste Esteban Bullrich o cualquier otro, con el determinante apoyo de la gobernadora María Eugenia Vidal. Y tres: el riesgo de poner el cuerpo en una campaña para defenderse de las imputaciones de corrupta y el procesamiento como miembro y jefe de una asociación ilícita armada para delinquir.
Randazzo ya aseguró que competirá en las primarias abiertas. Contra ella o contra cualquier candidato que ella pueda designar, como Daniel Scioli. Es difícil que el ex ministro se arrepienta o que acepte negociar una lista de unidad como la que propone la ex presidenta. Todas las encuestas previas sostienen que Cristina lo vencería por mucho. Pero el Flaco afirma que tiene medido el comportamiento electoral que le permitiría superarla haciendo que los electores independientes lo elijan a él solo para evitar que ella triunfe y se reposicione para las elecciones de 2019.
Pero supongamos por un momento que la ex jefa de Estado se presenta y le gana las internas a Randazzo ¿cómo se perfilaría el panorama electoral? Quienes desean que Cristina juegue, como los miembros de Carta Abierta, dicen que ella saldrá fortalecida. Pero los consultores de Cambiemos opinan que ese sería el mejor escenario para el oficialismo, ya que polarizaría la elección y el votante estaría obligado a optar entre el supuesto pasado y el presunto futuro. "Cristina se transformaría en el Aníbal Fernández de 2017", me dijo un intendente de Cambiemos que recibe encuestas de manera frecuente.
En su última aparición pública, Cristina dio a entender que solo sería candidata si su presentación se transformara en algo absolutamente necesario. Intentó bajarle el precio a Randazzo con el argumento de que no tendría sentido, para ella, competir con alguien que había sido su ministro durante tantos años. Le envió, además, un mensaje de cortesía para trabajar en una lista de unidad.
Pero el hombre de Chivilcoy no acusó recibo. Sabe que el de la líder del Frente para la Victoria es un abrazo de oso. No quiere mezclarse ni pasar cerca de lo que representa la ex jefa de Estado. Y menos de sus incondicionales de La Cámpora. El tercer inconveniente de Cristina es su juego de campaña. Si decide ocupar el terreno, tanto los candidatos de Cambiemos como Sergio Massa y Margarita Stolbizer harán hincapié en los delitos que se le imputan, incluida la sospecha de traición a la patria por la firma del memorámdum de Entendimiento con Irán.
Pero si no lo hace su figura, de todos modos, será uno de los principales motivos de controversia electoral, así como la gestión del Presidente Mauricio Macri se pondrá sobre la mesa, aunque no sea candidato. La pregunta, entonces a esta altura, es si no le convendría más a Cristina Fernández salir de la pelea cuerpo a cuerpo, bendecir a un candidato como Scioli o Verónica Magario y preservarse, para no destruir el mito de un invencibilidad.