Se trata de una pregunta cuya respuesta es múltiple y compleja. Sin duda, quien escriba la historia de Néstor Kirchner en 2110 no podrá ignorar que se trató del hombre que recuperó la autoridad presidencial después de la terrible crisis de diciembre de 2001. Y también deberá reconocer que logró transformar a una Corte Suprema sospechada de amiguismo con el poder por otra más independiente y prestigiosa.

Tampoco podrá soslayar que comandó una de las etapas de mayor crecimiento económico, que se había iniciado en la gestión de su antecesor, Eduardo Duhalde, pero que no fue abortado con nuevos ajustes ni impuestazos.

Además, a Kirchner se lo recordará como el mandatario que asumió a los derechos humanos como una cuestión de Estado y le ordenó al jefe del Ejército descolgar del Colegio Militar el cuadro de Jorge Rafael Videla, el primer presidente de facto de la dictadura militar más sangrienta de la historia. Y se lo describirá como el jefe de Estado que intentó desendeudar a la Argentina y logró, durante un buen tiempo, evitar la auditoría del Fondo Monetario Internacional (FMI) para dar la sensación de que era posible "vivir con lo nuestro".

Pero Kirchner también podrá ser recordado como el Presidente que acumuló más poder político y económico desde el retorno de la democracia en 1983. O como el hombre que intentó perpetuarse en el poder a través de su esposa, una militante que a la vez se transformó en la primera presidenta electa. Y como el político que tomó por su cuenta la suma del patrimonio del Estado, distribuyó entre sus amigos el gran negocio de la obra pública, manejó la caja del transporte, intercedió para que otro amigo suyo multiplicara sus negocios en el juego e irrumpió en los medios para manejar parte de la información que consumen los argentinos.

Kirchner podrá ser revindicado como un hombre muy preocupado por la cuestión social, pero también como el mandamás de un Estado que en el que trocó apoyo político por dinero a organizaciones sociales sindicales y humanitarias que no siempre trasladaron el beneficio a la gente que más lo necesitaba.

Un texto imparcial lo recordará como alguien que pidió la cárcel para los corruptos, pero al mismo tiempo presionó a los jueces federales -a través del Consejo de la Magistratura- para perseguir a sus enemigos y proteger a sus amigos.

Unos reivindicarán su rol para evitar que las grandes empresas aumentaran los precios. Y otros lo señalarán como aquel que posibilitó la burda manipulación de las estadísticas oficiales para ocultar el aumento de la inflación y los índices de pobreza.

Hay pocas cosas que importan más a los Kirchner que "las letras de molde", los libros de investigación, el "relato" y su lugar en la memoria colectiva. Si ellos la pudieran escribir, eligirían ser vistos como los líderes de un proyecto fundacional que decidió ponerse del lado de las víctimas y los buenos para combatir en inferioridad de condiciones a los verdugos y los malos. Y borrarían de los manuales de historia la parte que mostraría a Kirchner como el presidente más rico, más poderoso y más vengativo de la época en la que le tocó vivir.

Si de ellos dependiera, les encantaría ser recordados como los mandatarios que más hicieron por los débiles, y no como la pareja que intentó formar parte del poder permanente para evitar ser juzgada por los errores cometidos en el ejercicio de su gestión.

 

Especial para lanacion.com