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Luis Majul ayer en la emisión del programa La Cornisa por la señal La Nación Más, presentó una columna editorial con el siguiente título: "O Alberto "rompe" con Cristina, o Cristina "rompe" la Argentina". En la misma se refirió a la situación política del presidente Alberto Fernández, a la gestión gubernamental, y a la relación con la fuerza que lidera su vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Carlos Zannini, el funcionario que sigue procesado por la causa presunto encubrimiento de los autores intelectuales y materiales del atentado contra la AMIA, acaba de dictaminar que a Amado Boudou, con condena firme por haber intentado robarse la máquina de hacer billetes, tiene derecho a cobrar los más de 400 mil pesos que le corresponden como ex vicepresidente de la Nación.

El intento de expropiación de Vicentín, la salida del país de Latam, la posibilidad de última hora de entrar en default y los intentos infructuosos de la vicepresidenta de hacer caer las causas de corrupción, son parte de una carrera loca que está llevando a la Argentina al peor de los mundos: el de la crisis económica más grave de la historia, con el peligro adicional de un costoso desbande político. También se está empezando a hacer trizas la promesa de Alberto Fernández y el improvisado Frente de Todos: el de llenar la heladera de los argentinos, para venir a reparar la política económica de Macri.

Jorge Lanata tiene razón: Cristina Kirchner solo "podría zafar " con un indulto. Ayer, en el programa de Alfredo Leuco, Jorge Lanata dijo dos cosas que comparto, plenamente. Una: la única manera que tiene la vicepresidenta de zafar de todas las causas es con un indulto; otra no hay. Y dos: ella siente que el reloj le empieza a jugar en contra.

Hay dos pistas para averiguar si Argentina se convertirá en Venezuela. Uno: si el congreso aprueba la apropiación de Vicentín, tal como lo presentó el “manual de guerra” de Máximo Kirchner. Y dos: si Cristina Fernández logra hacer caer la causa por la obra pública de Santa Cruz en la que ella está procesada como jefa de una asociación ilícita.

Hoy se cumplen cuatro años del día que bien podría ser recordado como el que terminó de consagrar la corrupción kirchnerista. No es porque no haya habido otros varios casos antes. Es porque fue el más patético, el más grosero, y porque recorrió, una y otra vez, los portales y medios de todo el mundo. Fue cuando se vio al ex secretario de Obras Públicas de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, ingresando bolsos con dinero, armas y joyas, al convento de las Monjas Orantes y Penitentes Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Sucedió a las 3 horas cuatro minutos de la madrugada del 14 de junio de 2016.

En la emisión de hoy del programa La Cornisa por la señal La Nación Más, Luis Majul presentó una columna editorial con el siguiente título: "¿Cristina quiere meter preso a Macri antes de que la economía explote?". En la misma el periodista se refirió a los posibles objetivos de la actual vicepresidenta, y a su vez hizo públicas las amenazas que recibió en redes sociales. 

Más temprano que tarde, la dinámica de los acontecimientos está demostrando que la vicepresidenta Cristina Fernández quiere romper el sistema, y que el Presidente no la puede detener. El anuncio de la expropiación de Vicentín es la gota que derramó el vaso. Que ahora quieran presentar como rescate a la amenaza de quedarse con la empresa no implica que el gobierno haya vuelto para atrás.

El ingenio popular suele ser sintético y directo: “Expropien a Lázaro Báez”; “Expropien a Cristóbal López” levantaron sus pancartas los empleados de Vicentín en Avellaneda, provincia de Santa Fe. Al mismo tiempo en que levantaban las pancartas, Alberto Fernández, llamaba por teléfono con el CEO de Vicentín, Santiago Nardelli. Hoy, por desgracia, tenemos que volver a preguntar: “¿Qué le pasa al Presidente?”. ¿Es coherente anunciar el intento de expropiación de una empresa de semejantes dimensiones y recién 48 horas después explicar a sus dueños por qué lo estarían haciendo?

Hoy, Eduardo van der Kooy, uno de los periodistas que mejor conoce al Presidente, se pregunta en la tapa de Clarin: “¿Quién manda en el gobierno, Alberto o Cristina?”. Es una pregunta pertinente, porque desde que asumió, el jefe de Estado viene haciendo y diciendo cosas contradictorias. Muy contradictorias. A veces extemporáneas. La mayoría de las veces sorprendentes. Si no fuera un asunto tan delicado, se diría que, algunas de las cosas que afirma y muchas de las cosas que hace, parecen decididas por personas distintas.